28 de febrero de 2010

La Tierra está enojada porque vivimos en la Luna.


Nuestro mayor disparate es vivir en la Tierra y "estar" en la Luna. Y así nos va. En los tiempos de los cultos neanderthales, Gea o Gaia era celebrada por mágica y materna. Ahora es la Cenicienta del espacio. Un potrero del sistema solar. La Tierra 2010 desfallece en el Cosmos convertida en estación de servicio, patio trasero, supermercado o planeta cobayo.
Le suceden cientos de apocalipsis al día y solo la cuida un greenpeace. Se la ignora hasta el absurdo de llamarla Tierra cuando lo justo sería sincerarla como Planeta Agua que es. Nuestro descuido por su salud es criminal. Enviamos cohetes con barbijos para preservar la pureza del polvo lunar mientras dejamos que un cisterna de 18 metros prepotee sobre ella cargado de aeronafta.
Son ya miles los años dedicados a oficializar esta crueldad. Otro tanto, a impedir se consagre una moral que contenga a todos los seres vivos por igual. En todo este tiempo, pinos, insectos, ballenas, pájaros, rosas y hasta la rata, han ejercido su rol con una conmovedora responsabilidad. Nosostros no. Entre nos, lo extraterrestre difuso cotiza más que lo aborigen cierto. Hasta los poetas le han cantado mas a la Luna que a la Tierra.
Chapitas espaciales, nos atrae más zambullirnos en lo remoto para dar con gente improbable, que tocar el timbre del vecino y sorprenderlo con un “Voy al mercado. ¿Necesitan algo?” Nos va más el más allá. Estirar el cuello hasta las vecindades del Sol, llenar de botellas el cosmos, coleccionar chismes celestes, acariciar la piel achicharrada de Marte.
Mientras tanto, al planeta que lo creme el rayo ultravioleta, le defolien el pulmón vegetal, le empetrolen el mar. Planeta golpeado, Gaia sobrevive por milagro a ese depredador llamado Historia que consiste en oleadas de sangre y olvido corriendo embretadas por avenidas a las que se las denomina (vaya chiste) civilización tal o civilización cual. Quienes pasan por ser sus más conspicuos héroes, lo fueron por dedicar afán y siglos, a perturbar el equilibrio del magma, del hielo, del mar, de la lava, de las fechas de las estaciones.
Todo con ojo frío, marciano, ajeno, y experimentos de terror, como el del átomo. Una es la gloriosa aventura de conocer ríos, crisantemos o pájaros. Otra, ofender la vitalidad de la Tierra que además de portarnos como pasajeros incorregibles, debe cumplir agendas que le marca el sistema solar.
Girar como lo hace "vestida"de perpetuo azul y cada tanto, como estos días, obligada por leyes solares a liberar energía, acomodar los tensores de la gravedad o (lo peor) reaccionar a tiempo ante el despropósito creciente de los 7.000 millones de dementes que la roen.
Cielo y tierra no entran en la mirada, y mucho menos en el universo interior, de este bicho humano que la estraga de polo a polo sin advertir que lo que le ocurre al mundo se deposita al instante en su mesita de luz. Para el animal posmo globalizado solo pesa el versículo"Por cuatro días locos que vamos a vivir".
Frase de tan alta contaminación que anula todo intento de fraguar una mínima cosmogonía, sencillita, de entrecasa, para ir esbozando (aunque sea con los dedos sobre la arena) un proyecto que bien pudiera llamarse "Génesis Dos". O aun mejor. "Hay que salvar la casa"
Como canta Franco Battiatto, lo que realmente somos, es “Provincianos de la Osa Menor/ vestidos de gris claro/ siguiendo cierta ruta en diagonal/ por la Vía Láctea”. Ser chino, lapón, keniata o lechero en Arkansas es apenas un matiz. Viajamos juntos. Codo a codo. Día a día. Basta un terremoto para que aullemos en igual racimo y en el mismo acorde. Habrá que bajar de la Luna y repoblar la Tierra. Y sentirnos viajeros del cielo, como Pascal,que lloraba al admirar el "techo" de la noche.

Por Esteban Peicovich, especial para Perfil.com.

16 de febrero de 2010

Desastre ecológico: aparecieron 200 mil peces muertos en un río de Catamarca.


Sucedió en el embalse de Ipizca. Investigan las causas de la mortandad. No descartan que se haya debido al vertido de sustancias tóxicas. Preocupa el estado de las aguas, que abastecen a la ciudad de Ancasti. Por Mauro Federico.

La mortandad se produjo en la localidad de Alijilán, a 20 kilómetros de Ancasti. (Gentileza El Tribuno )

Los vecinos de la localidad catamarqueña de Alijilán, a 20 kilómetros de Ancasti, no podían creer el espectáculo desgarrador que tenían ante sus ojos. Como si se tratara de una de las siete plagas del Antiguo Testamento, el embalse de Ipizca –que baña las costas del pequeño poblado– amaneció atestado de peces muertos. Más de 200 mil pejerreyes aparecieron flotando panza arriba o en las costas rocosas del ojo de agua azul que irrumpe en pleno corazón de la precordillera, a mil metros de altura sobre el nivel del mar.

Fuentes oficiales confirmaron que existe suma preocupación porque
“el dique abastece de agua a Ancasti y si las aguas están contaminadas podría afectar a la población”.

Las hipótesis sobre las causas que pudieron haber originado este desastre natural son varias. “No descartamos que el vertido de alguna sustancia contaminante haya provocado esta catástrofe, pero todavía no tenemos los resultados de los análisis”, señaló Nora Martínez, subsecretaria ambiental de la provincia. En las primeras horas del viernes, un grupo de científicos tomaron muestras en la zona afectada, que ya fueron enviadas a laboratorios de Catamarca y de la Universidad Nacional de Córdoba. Se espera que en las próximas horas los resultados permitan dilucidar el misterio.

Otra de las hipótesis que manejan los investigadores es que puede estar aumentando un parámetro que se denomina DO (demanda de oxígeno), “que provoca la disminución de la cantidad de este componente en el agua”, explicaron desde el departamento técnico de la subsecretaría.

“La situación se detectó aproximadamente 24 horas después de que se haya comenzado a producir la mortandad, lo primero que se hizo fue formular la denuncia ante las autoridades y la justicia de Ancasti para que se dispongan las actuaciones correspondientes”, indicó la funcionaria.

Durante el fin de semana, fiscalizadores de fauna y brigadistas realizaron tareas de limpieza en la costa con redes para retirar los especímenes que estaban en estado de descomposición.

También se cerraron todos los ingresos al dique y se dispuso una veda de 30 días hasta que los resultados de las muestras determinen si el lago continuará cerrado por un lapso de 6 meses a un año, tiempo en el que podría recuperarse parte del daño causado a la naturaleza acuífera.

Emplazado en una pétrea garganta serrana, el dique embalse Ipizca tiene una capacidad máxima de 5 millones de metros cúbicos y beneficia con sus aguas a Ancasti, Icaño y zonas adyacentes, convirtiéndose además en atractivo central de la región tanto por la belleza paisajística de su entorno como por sus condiciones para la práctica de deportes náuticos.

Circundando fértiles tierras y situado a 1.000 metros sobre el nivel del mar, el magnífico lago artificial es frecuentado por unos 400 pescadores aficionados todas las semanas, que lo consideran el lugar perfecto para la captura de percas y pejerreyes, mientras que los más osados lo ven como el escenario propicio para la práctica de deportes náuticos como el canotaje y el kayakismo.



Fuente: Crtiticadigital.com

9 de febrero de 2010

Aunque haga calor y desgobiernen los Kirchner.

Descartes hace agua. La razón patina. Un genocidio, un terremoto, una perversión, derrumba sus mejores axiomas. Hoy lo ominoso "racional" del imperio americano machaca la piel de Afganistán. Quieren borrarla del mapa. Es una mega noticia. Desde hace tiempo, una primicia permanente. Pero sobre ella solo arriban datos con cuentagotas. El mundo dedica portadas y páginas diarias a los parados de Europa y ni siquiera renglones a los incontables civiles que pulverizan las bombas racimo de USA. Descienden de aviones sin pilotos. Son conducidas por "razones" de Estado. Todo porque al planeta lo domina un animal fuera de quicio que un día inventa la razón y al siguiente el modo de utilizarla en su contra. Este esperpento no repara en gastos de destrucción. Acicateado por el miedo huye como sea y adonde sea sin importarle la ruina que ocasiona. Lo hace mediante los artilugios que diseñan los razonadores del Poder. En su demencia insiste en preguntarse si hay vida en otros planetas sin confirmar (para humanizarla) su existencia en el propio. Místicos, utópicos, juglares y campesinos claman por una historia moral. Pero al barco lo conducen mercaderes, tahures y guerreros. No hay palabra que acerque consolación. Por ahora, todavía, la Razón está en veremos. Desnuda. Pienso y aun no consigio existir entero. Espero, luego sobrevivo, es hoy la fórmula cierta y más próxima a la fragilidad de la especie. La esperanza consiste en creer que otra realidad es posible. Por ella sobrevivimos al lunes, a la guerra, al terremoto, a la corrupción, a los dioses, a lo que sea.
El operativo imperial contra Bin Laden sólo sirve para azuzar el hormiguero islámico. También el mundo (como el pez) por la boca muere. No hay rigor ni temblor. Atravesamos un campo minado con siglas y palabras de altísima sensibilidad: terror, islam, occidente, satán, bien, mal, justicia infinita, libertad duradera, fuego. No hay auxilio posible de la Razón: está fuera de servicio, es un témpano a la deriva. La furia de Estados Unidos llegó al paroxismo. La dependencia de la Otán, a la obsecuencia global. Más sinónimos fríos se agregan día a día al lenguaje del mundo. Los sustantivos flaquean. Los adjetivos engañan. Los verbos no verban. La decadencia del lenguaje es hoy mayor que nunca lo cual conspira contra el trabajo que deberá hacer la nueva generación para recuperar el timón de la especie en deriva. La historia ofrece lecciones por demás elocuentes que le sirvan de guía. Le bastará que ahonde en la mortal entrega al progreso científico que encegueció al siglo 19. Tamaño despiste derivó en las dos grandes guerras civiles europeas que se hicieron mundiales al lanzarse dos huevos de serpiente atómicos en Horoshima y Nagasaki. En este flamante y frágil siglo 21 asoman sombras parecidas. La tecnología pisa fuerte "toda la gran inocencia de la gente". Atónita, lo que al generalizar aún denominamos "humanidad" (o "ciudadanía" en los países con esbozos de vida democrática) aguarda lo porvenir sumida en un denso estupor. Ignora de que va "la cosa". Solo una fervorosa minoría (fuera y dentro) intenta ecualizar lo racional con lo sensible y mantener así bajo control pulsiones que vienen de lo oscuro de uno y de los otros. Esa minoría lleva encarnada la idea de que la esperanza en solitario no resolverá el dilema. Que solo aceptando a los nosotros "otros", dándoles la bienvenida y sumándolos, podrá esa esperanza dar sus frutos. Idea que no viene mal propagar, aunque haga calor y desgobiernen los Kirchner.

Por Esteban Peicovich para Perfil.com
Ilustración: Descartes, por Frans Hals.