No se trata únicamente de aprender para obtener un premio, cuestión que se tiene por una verdad absoluta producto del viejo cliché del perro de Pavlov. Ese y otros experimentos que concluían simplemente que la repetición de estímulos condiciona la respuesta de los animales no humanos.
Lo que no se cuenta, y tampoco se analiza demasiado, es acerca de qué les pasa a los animales cuando practican trucos o juegos que han aprendido. Lo cierto es que, si usamos nuestra capacidad de empatízar con ellos, veremos cómo disfrutan del juego y de compartir esos momentos de diversión en los que se los siente felices.
Veamos un par de ejemplos sorprendentes:
Una Humanidad que empatiza con sus hermanos menores siempre estará más cerca de ampliar su círculo de compasión y combatir contra la violencia desde las raíces mismas.
La única posibilidad para el cambio es creando conciencia.
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