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17 de agosto de 2021

Don José de San Martín y una reflexión para estos tiempos


Hoy, hace 171 años pasaba a la inmortalidad el Padre de la Patria. El día 24 de Agosto de 1958 se instituyó como Día del Padre, en homenaje a Don José de San Martín. Ese mismo día, pero en 1816, nacía Merceditas, a quien nuestro héroe dedicara enteramente sus últimas décadas.
Cuando San Martín partió de Mendoza para cruzar los Andes, su hija Mercedes tenía cuatro meses y se volvieron a ver en 1818 después del triunfo de Chacabuco. Debido a la enfermedad de su esposa Remedios, su hija, la niña Mercedes fue criada y educada por sus abuelos, lo que derivó en una niña caprichosa y maleducada. En 1924 se embarcaron juntos a Europa y una vez en Francia, el General San Martín se ocupó de reeducarla, y entre otras cosas escribió estas Máximas en el año 1825:

MÁXIMAS PARA MI HIJA
1. Humanizar el carácter y hacerlo sensible aún con los insectos que no perjudican. Stern ha dicho a una mosca abriéndole la ventana para que saliese: "Anda, pobre animal, el mundo es demasiado grande para nosotros dos".
2. Inspirarle amor a la verdad y odio a la mentira.
3. Inspirarla a una gran confianza y amistad pero uniendo el respeto.
4. Estimular en mercedes la caridad con los pobres.
5. Respeto sobre la propiedad ajena.
6. Acostumbrarla a guardar un secreto.
7. Inspirarle sentimientos de indulgencia hacia todas las religiones.
8. Dulzura con los criados, pobres y viejos.
9. Que hable poco y lo preciso.
10. Acostumbrarla a estar formal en la mesa.
11. Amor al aseo y desprecio al lujo.
12. Inspirarle amor por la Patria y por la Libertad.

Famosas fueron las máximas que San Martín le regalara a Mercedes, aquí están, para que puedan compartirlas con sus hijos, para que de la misma manera, puedan forjar el temple de los hombres que nuestra Patria necesita ahora y siempre.
Porque cuando la educación en valores no abunda, cuando la ociosidad gana terreno y los pueblos son dócil y mansamente arriados como ganado para cumplir sus deberes cívicos, cuando el fanatismo ciega a la razón y la sinrazón se apodera de las herramientas de transformación que tiene el Estado, cuando al conservadurismo de las clases altas y bajas por arriesgar un cambio en la necesidad de tolerancia, respeto y dialoguismo, se le suma el individualismo y el cortoplacismo de una importante fracción de la clase media, la única posibilidad para el cambio es creando conciencia.


No bajé, no bajo ni bajaré jamás mis brazos en esta titánica tarea, que entiendo colectiva, de Crear Conciencia. Es mi imperativo categórico que surge desde el progresismo genuino, no demagógico ni populista.
¡Viva la Patria! 



A la memoria de uno de los hombres probos, austeros y magnánimos que hayan nacido en esta sufrida Patria, donde el rencor y la división constante impiden entender la fraternidad como pilar básico para el entendimiento y construcción de una Nación que nos albergue a todos, sin excepción.

Publicado originalmente el 17/8/2013

16 de agosto de 2021

Homenaje al Libertador Gral. don José de San Martín a 171 años de su fallecimiento

Por el Dr. Mateo Grimaldi

Monumento en Plaza San Martín
Recordar el legado del Libertador Gral. José de San Martín es una costumbre que tenemos los argentinos, que tiene su punto culminante los días 17 de agosto de cada año. Y digo punto culminante porque su figura nos acompaña –tal vez impercetiblemente- mucho más de lo que solemos advertir. En efecto, tenemos a San Martín siempre cercano: en la manipulación de los billetes de la moneda nacional (curiosamente de un reducido valor nominal y real de tan solo $5), en la designación de calles, avenidas, plazas y monumentos que frecuentemente transitamos, y en el brumoso recuerdo de nuestros años de la escuela primaria, donde su imagen de Padre de la Patria nos era transmitida por el cuerpo docente en la forma más variada: cuadros, afiches, dibujos, bustos, estampillas, canciones, clases alusivas, discursos, actos conmemorativos, y un sinnúmero de versiones que, con el tiempo, nos dimos cuenta que tenían una finalidad.

Esta presencia constante en el trajín diario no la podemos apreciar en su totalidad dado el frenético ritmo de nuestra vida urbana, rebosante de prisa, ansiedad e insatisfacción, pero que encuentra, en un día feriado como hoy, una pausa propicia para una breve reflexión. ¿Está hipertrofiada la figura de San Martín? ¿Es correcta su caracterización como Héroe Nacional?

Por de pronto, podríamos descartar la versión insinuada en su himno de haber recorrido un derrotero rectilíneo, despejado y siempre ascendente, cuando dice: “De la tierra del Plata a Mendoza / de Santiago a la Lima gentil / fue sembrando en la ruta laureles / a su paso triunfal San Martín” ¿Por qué? Porque Cancha Rayada existió, porque la peligrosidad y dureza del enclave realista en Talcahuano existió, y porque la reticencia de los poderes públicos a seguir sufragando la campaña libertadora hacia Perú, también existió.

El reconocimiento a su talento fue escaso o casi nulo, y las diatribas lo acosaron. No por nada, se confesó con bastante pesar a Tomás Guido en estos términos: “¿Cree Ud. que tan fácilmente se haya borrado de mi memoria los horrorosos títulos de ladrón y ambicioso que tan gratuitamente me han favorecido los pueblos que hemos libertado?... confesemos que es necesario tener toda la filosofía de un Séneca, o la imprudencia de un malvado para ser indiferente a la calumnia…” Es interesante destacar que habla en plural de “… los pueblos que hemos libertado…”, con obvia alusión a los localismo de Chile y Perú, y no solamente los intereses económicos que lucraban con el puerto y la Aduana de Buenos Aires, y que les era demasiado costoso tributar al incipiente Estado en formación, para que pudiera aportar del Tesoro los fondos para las campañas en Perú, área muy alejada de sus negocios.

Y aquí aparece una de sus tantas virtudes: soportar estoicamente y en silencio los agravios de sus contemporáneos, confiando en el juicio imparcial de la posteridad. El polémico y sagaz Sarmiento lo percibió claramente en su encuentro personal con el Libertador. Dijo el sanjuanino: “Hay en el corazón de este hombre, una llaga profunda que oculta a las miradas extrañas, pero que no se escapa de los que lo escudriñan.”

No es casual que esta afirmación fuera emitida cerca ya de la mitad del siglo XIX, cuando ya asomaba el impulso a la unificación nacional. A partir de allí aparecen muchas narraciones biográficas del Gral. San Martín, que ven representado en él, el afán de superar las luchas intestinas, y cristalizar el proyecto unificador. ¡Quién más idóneo que él para guiar con su ejemplo de vida ese proyecto! Tampoco es casual que la repatriación de sus restos aconteciera en 1880, año en que, con la superación de los conflictos interprovinciales, se produjera la consolidación del Estado Nacional.

Quiere decir que en el transcurso de las 3 décadas posteriores a su fallecimiento (y no antes) San Martín emerge como emblema de la disolución de los antagonismos internos, dada su obstinada negativa a participar en los conflictos civiles de la 1° mitad del siglo XIX. Así adquiere “post-mortem”, el carácter de artífice máximo del sentimiento de argentinidad naciente, no obstante haber tenido una clara visión continental de la lucha emancipadora, en conjunción con los nuevos Estados americanos emergentes.

Más adelante, y ya comenzado el siglo XX, orientaciones ideológicas y políticas del momento hicieron que la imagen de San Martín se compactara, se espesara hasta casi petrificarse, dándole un carácter “sacro”, y presentándolo como un oráculo generador de respuestas graves, solemnes e infalibles, que inhabilitaban de por sí cualquier atisbo de evaluación crítica de su desempeño. Era tal la altura de sus estatuas, tal el frío de los materiales que las componían, que, en muchos argentinos se fue desdibujando su condición de semejante.

Entonces, volviendo a la pregunta inicial ¿es correcta su caracterización como Héroe Nacional? Creo que sí. Pero como Héroe surgido del ADN del “homo sapiens”, ADN que compartimos todos, pero que en muy pocos casos suele generar personalidades como la suya.

Combinar la calidad de su campaña militar emancipadora, con las enfermedades que lo afectaban (úlcera gastroduodenal, cataratas, fiebre tifoidea, reuma, asma) no es para cualquiera. Tener una escala de valores donde la libertad tiene su prioridad máxima, y no sólo declamarla, sino cumplirla, no es atributo del dirigente político común. Optar por el destierro voluntario para evitar involucrarse en las luchas internas, y mantenerlo aún cuando estaba a punto de desembarcar en un esperanzado viaje de regreso, tampoco. Soportar las injurias, diatribas y difamaciones, y su consecuente impacto de amargura, decepción y agobio en su persona, expresa la entereza de sus convicciones.

Y en lo que respecta a la eterna polémica de algunos historiadores en la evaluación documental de su afiliación masónica, quiero destacar un contenido que surge de la misma pluma del libertador. Algunas de las Máximas dedicadas a su hija Mercedes son familiares en la Masonería, muy familiares…, pero pueden ser objeto de discusión por ser genéricas y poder estar compartidas por otras asociaciones: Por ejemplo: Amor a la Patria y a la Libertad, Amor a la verdad y odio a la mentira. Pero ¿qué hay de los siguientes? Indulgencia hacia todas las religiones. Hablar poco y lo preciso. Acostumbrarse a guardar un secreto. ¿No forman parte acaso del código ético básico y explícito de este colectivo cuya dimensión temporal cubre ya varios siglos, y cuya dimensión espacial se expande a todos los confines del mundo?

Por ello hoy, en nuestro carácter de hombres libres guiados por sincera convicción, rendimos digno homenaje al Libertador General don José de San Martín en su condición de Héroe Nacional, idóneo convocante a un consenso de objetivos básicos comunes a todos los argentinos y factibles de realización, donde el disenso pueda solamente ser interpretado como práctica legítima de la libertad de expresión, y donde la unidad pueda convivir con la diversidad.

15 de agosto de 2021

Don José de San Martín: Un superhéroe de carne y hueso.

Hoy se conmemora el 171° aniversario del fallecimiento del General Don José de San Martín. Padre de la Patria, libertador de Argentina, Chile y Perú.
Muchas veces se ha denostado la figura del Gran Capitán. Muchas veces se lo ha ninguneado. Tantas otras se lo ha olvidado como hoy sucede para la inmensa mayoría de los argentinos que ven, en esta fecha, una oportunidad más para ejecutar furtivos paquetes turísticos a cualquier destino que los aleje de la rutina diaria.
Don José fue un hombre austero, justo y visionario. Nacido en la Provincia de Corrientes, a la margen del Río Uruguay, en una pequeña misión llamada Yapeyú, Hoy escuchamos absortos como un historiador niega el hecho de su nacimiento en tierras correntinas e incluso la maternidad a cargo de su querida madre Doña Gregoria Matorras, quien en el lecho de su muerte y ante un escribano declaraba su vida y sus 5 hijos, destacando la inmensa ayuda que siempre le propiciara el menor de ellos, su querido José Francisco.

Educado en Europa y convertido en un notable Teniente Coronel, San Martín renuncia a su cargo y se dirige a Inglaterra donde prepara junto a Carlos María de Alvear la vuelta a su querida América para libertarla de la opresión de la España que conoció tan bien y que tanto la había decepcionado.

Ya conocemos sus inmensos lauros logrados en este continente:
Su batalla clave en el convento de San Lorenzo donde corta el libre acceso que tenía la flota realista por el río Paraná desde donde saqueaban campos y ganados para hacer intocable la fortalecida y sitiada Montevideo.
Su salvataje tomando la posta en Yatasto de su querido amigo, el General Don Manuel Belgrano, quien había sido destrozado en la Campaña del Norte, muy a pesar de sus esfuerzos no apoyados desde la conflictiva Buenos Aires.
Su presión determinante y definitiva para declarar nuestra independencia el 9 de Julio de 1816, condición indispensable para cortar con el eterno coqueteo con España que tenían muchos criollos en esa época.
Su planificada y memorable intervención a Chile, cruzando los Andes, inmensas moles heladas que asustaban a cualquier hombre, menos a él. Toda la ayuda de su incondicional amigo Juan Martín de Pueyrredón, quien hiciera hasta lo imposible desde Buenos Aires para que la gesta libertadora del cruce de los andes fuera posible.
Su impecable operación de pinzas en Chacabuco donde, con 5000 hombres exhaustos luego del cruce de los Andes ataca al ejército realista que estaba disperso a lo largo de toda la cordillera gracias a las innumerables cartas que había mandado San Martín para confundir al enemigo en relación al punto de cruce. Esta operación corrió peligro ya que Bernardo O'Higgings con sus libertadora ansiedad se avalanzó prematuramente sobre los realistas quienes lo estaban doblegando hasta que Don José, enfermo hasta el vómito sanguinolento pero entero mentalmente, se avalanza, sable corvo en mano, hacia la retaguardia de ese ejército real desprevenido, venciéndolo y dando la ansiada libertad al pueblo Chileno.
Su capítulo peruano que merece un punto aparte. En donde termina su inmensa gesta libertadora de América, convirtiéndose el padre del Perú. Siendo honrado mucho más en esas tierras que en su Argentina natal.

San Martín murió en el exilio, en la Francia que tanto lo recuerda, hasta con un hermoso monumento en su última Boulogne Sur Mer. El no quiso participar de la guerra fraticida que se libraba en estas tierras por entonces. Su sable corvo estaba destinado a la defensa de la Patria y fue por eso que solamente lo cedió a su camarada Don Juan Manuel de Rosas, luego de la defensa del Río de la Plata en la Vuelta de Obligado ante las fuerzas anglo-francesas.
“Ahora los gringos sabrán que los criollos no somos empanadas que se comen así nomás sin ningún trabajo.” Le escribía San Martín en la carta con ofrenda que le enviara a Rosas.

Hoy es el día del Padre de la Patria. El día 24 de Agosto de 1958 se instituyó como Día del Padre, en homenaje a Don José de San Martín. Ese mismo día, pero en 1816, nacía Merceditas, a quien nuestro héroe dedicara enteramente sus últimas décadas.
Cuando San Martín partió de Mendoza para cruzar los Andes, su hija Mercedes tenía cuatro meses y se volvieron a ver en 1818 después del triunfo de Chacabuco. Debido a la enfermedad de su esposa Remedios, su hija, la niña Mercedes fue criada y educada por sus abuelos, lo que derivó en una niña caprichosa y maleducada. En 1924 se embarcaron juntos a Europa y una vez en Francia, el General San Martín se ocupó de reeducarla, y entre otras cosas escribió estas Máximas en el año 1825:

MÁXIMAS PARA MI HIJA
1. Humanizar el carácter y hacerlo sensible aún con los insectos que no perjudican. Stern ha dicho a una mosca abriéndole la ventana para que saliese: "Anda, pobre animal, el mundo es demasiado grande para nosotros dos".
2. Inspirarle amor a la verdad y odio a la mentira.
3. Inspirarla a una gran confianza y amistad pero uniendo el respeto.
4. Estimular en mercedes la caridad con los pobres.
5. Respeto sobre la propiedad ajena.
6. Acostumbrarla a guardar un secreto.
7. Inspirarle sentimientos de indulgencia hacia todas las religiones.
8. Dulzura con los criados, pobres y viejos.
9. Que hable poco y lo preciso.
10. Acostumbrarla a estar formal en la mesa.
11. Amor al aseo y desprecio al lujo.
12. Inspirarle amor por la Patria y por la Libertad.

Famosas fueron las máximas que San Martín le regalara a Mercedes, aquí están, para que puedan compartirlas con sus hijos, para que de la misma manera, puedan forjar el temple de los hombres que nuestra Patria necesita ahora y siempre.

Reitero mi sentido homenaje al ejemplo de hombre que esta Patria dio.

20 de septiembre de 2011

La esquizofrenia de todo un pueblo.

Somos hijos de padres con discurso esquizofrenizante.
Un discurso dicho pero no ejercido. Una imagen opuesta a lo que quieren que hagamos. "Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago."

Somos verdaderos enfermos mentales. Vivimos en una sociedad que premia la viveza criolla, la rebelión a las normas y la violación sistemática de todo contrato social.


Empezando por nuestros funcionarios. Ellos son quienes deben marcar el camino de superación personal y construcción moral de todo un pueblo con el único objetivo de gestionar por el bien de todos, los que están mal y los que están bien.
Ellos no pueden dejar de quedar en evidencia en relación a su integridad moral y declaración jurada de bienes personales y ganancias. No pueden justificar su origen, ni su proyección fantástica en crecimiento y en calidad.
Hace minutos terminé de leer esta investigación de Jorge Lanata. Quedé estupefacto. Espantado. Horrorizado. Siento aún una sensación de violencia moral que difícilmente se vaya diluyendo con la urgencia que preciso para no generar en mí, rencor y odio.


¿Cómo se prentende encauzar la apatía general hacia el compromiso cívico cuando encontramos en la función pública gente inescrupulosa?
¿Cómo prentenden ellos presionar por el cobro de más impuestos y mayor presión tributaria si todo lo que hacen es evadir sus obligaciones y crear verdaderas usinas de desfalco público?
¿Cómo osan hablar de la redistribución de la riqueza cuando sólo se dedican a amasar fortunas motivados por su codicia infinita?

No son capaces. No son dignos. No son hermanos de este pueblo.
Son traidores a la Patria. Son mercenarios en funciones. Son vendedores de humo para los más humildes.

"Los soldados de la patria no conocen el lujo, sino la gloria." Don José de San Martín.


Post original del 27/07/2008. Nada cambió para bien. Seguimos dormidos, seguimos diciendo y haciendo lo contrario. No renunciemos. No caigamos. No bajemos los brazos. Aunque seamos vos y yo. Se trata de la libertad. Y la libertad no se obtiene sino a través de la lucha.

28 de agosto de 2010

Con el sello de las logias: San Martín y la Masonería (II)

Por Rogelio Alaniz - Para el Litoral.com






San Martín ingresó a la masonería en 1808. En Cádiz, para ser más precisos. Lo inició el general Francisco María Solano, su maestro, y la persona a la que San Martín honró toda su vida. Su primera tenida la celebró en la Logia Integridad y luego pasó a la de Caballeros Racionales Nº 3. Todos sus amigos de entonces participaban de la masonería. Es lo que dicen los documentos y es lo que aseguran los católicos españoles a la hora de reprocharle a la masonería haber alentado a los militares a sumarse a la causa de las revoluciones hispanoamericanas.
En el contexto del derrumbe de la monarquía y las guerras napoleónicas, San martín decide con otros militares trasladarse al Río de la Plata para continuar la lucha emancipatoria. Todas estos cabildeos se tratan en el interior de las logias. El pasaje de España a Gran Bretaña se realiza en este marco. En Londres, San Martín es recibido por lord Mac Duff, venerable con grado superior. Allí, junto con Alvear, Zapiola, Holmberg, Chilabert y Andrés Bello se integran a la Logia de Caballeros Racionales Nº 7. También en Londres los amigos y conocidos de San Martín son masones. Quien en el futuro habrá de ser su principal amigo, la persona con la que compartirá desventuras y placeres del exilio -me refiero a Alejandro Aguado, marqués de las Marismas del Guadalquivir-, es ya para entonces un activo partícipe de las tenidas masónicas y lo seguirá siendo hasta el fin de sus días.
No hay certezas de que el plan de liberación americana se haya elaborado en Londres. O en Cádiz. Lo seguro es que estos temas se conversaban en las logias que, por concepción ideológica e intereses políticos, tenían una visión internacionalista sobre los acontecimientos históricos de su tiempo. Hijos de la ilustración, amantes de la libertad y partidarios de las revoluciones burguesas y anticolonialistas, los miembros de las logias no pensaban exactamente lo mismo, no respondían a idénticos intereses, pero estaban unidos por un conjunto de certezas y de ritos.
La relación de San Martín con las logias inglesas dieron lugar a imputaciones acerca de su sometimiento a la diplomacia británica. Lo mismo se dijo de Miranda y Bolívar. Reducir la actividad de San Martín a la de un agente secreto de los ingleses, es tan falso como desconocer sus compromisos con las logias masónicas de su tiempo, el instrumento político operativo para llevar adelante los planes de emancipación. Por más que a ciertos nacionalistas el tema les moleste, a fines del siglo XVIII y a principios del XIX no se podía hacer política al margen de Gran Bretaña o desconociendo la gravitación e influencia de la Rubia Albión.
Sabemos que San Martín llegó a Buenos Aires en la fragata George Canning en enero de 1812. Una de sus primeras entrevistas fue con Julián Alvarez, titular de la principal logia porteña. El primer triángulo constitutivo de la flamante logia estuvo integrado por él, Alvear y Zapiola. Contra lo que se cree habitualmente, la primera logia que San Martín crea en Buenas Aires no fue la Lautaro sino la de Caballeros Racionales Nº 8. La Logia Lautaro empieza a existir como tal a partir de 1815, cuando las diferencias con el grupo liderado por Alvear se hacen insostenibles.
La Logia de Caballeros Racionales y la Lautaro tenían objetivos políticos manifiestos. Se trataba de incidir en el curso de los acontecimientos. Y de ser posible, dirigirlos. La primera actividad política trascendente es el “golpe de Estado” contra el Primer Triunvirato en octubre de 1812. La movilización militar y las debidas presiones políticas permiten la constitución de un segundo triunvirato y la convocatoria a la Asamblea del año XIII. La Logia dispone en ese momento de una decisiva cuota de poder. Los tres integrantes del triunvirato, Álvarez Jonte, Nicolás Rodríguez Peña y Juan José Paso, eran “hermanos”; también lo eran la mayoría de los miembros de la Asamblea Constituyente, aunque ya en su interior las diferencias entre los seguidores de San Martín y los de Alvear se hacían cada vez más visibles.
Los logistas están comprometidos a actuar de común acuerdo. Todos se han comprometido a que las principales iniciativas políticas se decidan en el interior de la Logia, y todos los integrantes están obligados por juramento masónico a hacerlas cumplir. Los funcionarios políticos saben que toda decisión trascendente debe tomarse consultando previamente a la Logia. Así pensada la Logia, es como una suerte de partido secreto, centro de poder intelectual, moral y operativo que funciona en las sombras y decide sobre las cuestiones del poder, “obrando con honor y procediendo con justicia”.
Todos los movimientos emancipatorios de signo liberal de la última mitad del siglo XVIII y las primeras décadas del siglo XIX, se realizaron en este contexto, el de la actividad secreta de las logias, instrumentos políticos aptos para conspirar, establecer y ampliar contactos e influir y decidir en el poder. ¿Por qué, secretos? Por elementales razones de seguridad.
Se dice que la Logia Lautaro no era masónica porque no estaba reconocida por la Logia de Londres. Para 1813 y en las condiciones de las guerras emancipatorias, ésta no era una condición excluyente. Su funcionamiento, su reglamentación interna, su carácter secreto y discreto se corresponde con la preceptiva masónica. Como en la célebre fábula del león, San Martín se portaba como un masón, se juntaba con masones, hablaba como un masón, se vestía como un masón, a cada lugar que iba se relacionaba con alguna logia pero, según los católicos integristas, no era masón.
La Logia Lautaro dio lugar a las “lautarinas”, logias extendidas en las principales ciudades de este territorio que empezaba a llamarse Argentina. También hay actividades masónicas en el Congreso de Tucumán, al punto que muy bien podría escribirse la historia de ese congreso atendiendo no a las reuniones públicas sino a las reuniones secretas que realizaban los “hermanos”. Belgrano, por ejemplo, fue el que brindó el informe decisivo sobre al situación internacional una semana antes del 9 de julio. Esa reunión se realizó en secreto y allí fue donde se decidió promover la declaración de la Independencia que, San Martín por su lado, promueve desde Mendoza. La correspondencia que sostuvo con el “hermano” Pueyrredón está jalonada por claves masónicas, incluido los famosos puntos que acompañan la firma.
En Mendoza, Santiago de Chile y Lima la participación de San Martín en las logias está probada. Sus principales y más notorios colaboradores -O’Higgins, Las Heras, Monteagudo y Guido, entre otros- son masones de reconocida trayectoria. La controvertida conferencia de Guayaquil, su carácter secreto y “misterioso”, sólo se puede descifrar a través de la disciplina masónica. En el exilio, San Martín continúa en la misma senda. En su corta estadía en Bélgica, se integra a la logia La Perfecta Amistad y en reconocimiento a su trayectoria le obsequian una medalla con su rostro, diseñada por el “hermano” Henri Simons.
En Londres, en Escocia y luego en París, San Martín se mantiene leal a lo que constituye su principal disciplina interior. Como lo dijera en la nota anterior, sus últimos textos trascendentes -las “Máximas” a su hija y el testamento- revelan la cultura masónica de alguien a quien muy bien se lo podría definir en su relación con la fe como deísta. Es decir, alguien que cree en la existencia de un ser superior, que no niega a Jesús, es más lo reivindica como el “filósofo de Nazareth”, pero considera que el principal atributo que Dios -el Gran arquitecto universal- nos ha dado es la libertad; y particularmente, la libertad de pensamiento, esa libertad de pensamiento que San Martín ejerció durante toda su vida en su condición de hombre libre.

18 de agosto de 2010

San Martín y la masonería (I)

Por Rogelio Alaniz - Para el Litoral.com


La participación de San Martín en las logias masónicas de su tiempo no es una anécdota, un detalle ornamental, sino un factor constitutivo de su personalidad política. Desde 1808, fecha de su inicio a la logia, hasta su muerte en 1850, el itinerario biográfico de San Martín está marcado por su relación con masones y su participación en diferentes logias. En Cádiz, Londres, Buenos Aires, Mendoza, Santiago, Lima, Bruselas, Escocia, París, Grand Bourg y en Boulogne sur Mer, San Martín participa de estas sociedades secretas o discretas. Desde esta perspectiva, es imposible reconstituir su vida al margen de lo que fuera su compromiso político más perdurable. 

La militancia masónica de San Martín no fue un entretenimiento, una manera elegante de distraer sus horas, un estilo ocioso y patricio. Todo lo contrario. Para él, la masonería fue una vocación ideológica y una herramienta política para llevar a cabo sus ideales de libertad. San Martín no inventa nada. La revolución americana, desde Estados Unidos al Río de la Plata, es imposible entenderla al margen de la masonería. La Revolución Francesa no se concibe sin los masones. La modernidad como tal tiene como actores privilegiados a los masones. Nuestra historia nacional, sus principales protagonistas a lo largo del siglo XIX y las primeras décadas del veinte son masones. Algo parecido ocurre en Chile, Brasil y, por supuesto, Uruguay. Es imposible entender la modernidad sin el componente cultural y político de la masonería. 

No hay biografía pública o privada de San Martín sin este reconocimiento ideológico. Masones son sus amigos íntimos, masones son los principales oficiales de su ejército y masones son sus compañeros de militancia política. Las máximas para su hija tienen el tono de la retórica masónica; su testamento utiliza los términos clásicos de los masones de su tiempo. Su proverbial reserva, el secreto con el que rodeaba sus actos, la discreción de sus declaraciones, corresponden a la clásica disciplina personal de los masones. Desconocer esta relación de San Martín es una torpeza o algo peor. En todos los casos, ninguna de las consideraciones que se hagan en esa línea alcanzan a ocultar lo evidente. San Martín, como la inmensa mayoría de los guerreros de la Independencia, fue masón. Para bien o para mal, pero es lo que fue. Sus pares fueron Miranda, Bolívar, Alvear, O’Higgins, Guido, Belgrano, Moreno. Y hay más nombres. 




Mausoleo. En un espacio cargado de interrogantes y adherido a la nave derecha de la Catedral metropolitana, yace el repatriado cuerpo de San Martín rodeado de los restos de algunos de sus principales comandantes. Foto:DYN

Como en su momento la masonería fue condenada por la Iglesia Católica, y en el siglo XIX la lucha ideológica fue muy dura, sectores católicos se esfuerzan por negar esta pertenencia ideológica de San Martín. En su tiempo esto no fue tan así. En principio, San Martín, como la mayoría de los masones, siempre se reivindicó cristiano y, en su caso particular, católico. En su correspondencia hay referencias a Dios y al “arquitecto universal”, pero como todo liberal de su tiempo, su fe no le impide ejercer la más plena libertad de conciencia.

San Martín fue católico, pero no era de misa diaria y ni siquiera puede decirse que haya sido un católico disciplinado. En Mendoza, en Santiago y en Lima, sus encontronazos con los curas realistas fueron célebres. Como los buenos liberales de su tiempo, se permitía hacer chistes sobre la Iglesia Católica, el Papa y la credulidad de algunos fieles. Como buen liberal, se jactaba de sus amistades con curas, algunos de los cuales también participaban de logias masónicas.

Discutir hoy si San Martín fue o no masón puede parecer un debate menor, pero desde el punto de vista histórico no lo es. El Padre de la patria tiene demasiado prestigio como para desinteresarse de su ideología.

Como ya es de público dominio, San Martín no siempre disfrutó de esa honra. Tuvieron que pasar muchos años y circular bastantes libros, para que los argentinos decidieran otorgarle la condición de Héroe Máximo de la Nación.


Cuando San Martín se fue de la Argentina en 1824 estaba muy lejos de ser el héroe que todos conocemos. Entonces no sólo era criticado, sino que amplios sectores de la elite porteña lo aborrecían. Cuando muere en 1850, la información que llega a Buenos Aires fue apenas una noticia. Cuando a principios de 1880 sus restos llegan a la Argentina, su prestigio había crecido, pero todavía no era absoluto. El obispo de Buenos Aires, por lo tanto, opone obstáculos teológicos para que sus restos descansen en la catedral: ¿El motivo? Su militancia masónica.

¿Es para tanto? Lo es. Un masón no puede ser recibido en tierra consagrada. Si bien el Papa condenará a la masonería oficialmente en 1884, la condena de las autoridades religiosas existía de hecho desde mucho antes. “En esta iglesia no entran perros ni masones”, era una leyenda que presidía la entrada de muchos templos católicos.

Las negociaciones para cumplir con el pedido testamentario de San Martín de que su corazón descansara en Buenos Aires, se inician apenas llegan los restos. El acuerdo al que se arriba es el producto de una negociación entre el poder político y el poder religioso. Finalmente, se acepta construir un mausoleo -Nuestra Señora de la Paz- ubicado en la nave derecha del templo y, según los entendidos, fuera del perímetro considerado sacro. Tres esculturas femeninas rodean al sarcófago, acompañado por las urnas que guardan los restos de Las Heras, Guido y el Soldado Desconocido.

Todo bien hasta acá. San Martín ha sido más o menos respetado. Sin embargo, algunos detalles no encajan. Y lo primero que no encaja es el propio sarcófago de San Martín que, además, queda inclinado, lo que provoca que la cabeza del Libertador en lugar de mirar hacia el cielo mire hacia la tierra. ¿Casualidad? Cien años después, historiadores revisionistas sostienen esa hipótesis. Según ellos, el cajón que llegó desde Francia es demasiado grande y no puede entrar en el lugar asignado. Por eso, se lo coloca en esa posición ¿Puede creerse en la casualidad en una institución que es muy celosa de los símbolos y del protocolo? Pero aceptando incluso que el cajón haya sido grande, queda pendiente otra pregunta. ¿Por qué su cabeza mira hacia la tierra y no hacia el cielo? ¿También es casualidad? ¿Un detalle menor? Para un laico o un indiferente puede ser un detalle menor, pero no para un católico celoso de su fe y de los preceptos de su fe, para quien está fuera de discusión -por lo menos para un católico beligerante de 1880 estaba fuera de discusión- que la posición de “cabeza abajo” es lo que se merece un masón predestinado al infierno.

En la misma línea opinan los católicos integristas españoles. En la época de Franco, existió una publicación llamada Editorial Nacional, donde se probaba que la mayoría de los militares españoles que fueron a guerrear a América Latina a favor de los insurrectos eran masones, y uno de los masones más distinguidos se llamaba José de San Martín. Los caballeros franquistas -despreocupados por el prestigio criollo de San Martín y de los esfuerzos de sus correligionarios argentinos por demostrar lo contrario- probaban a través de documentos su filiación masónica y, por lo tanto, su condición de traidor, confirmando mediante ese acto el principio de la derecha católica española de que todos los masones en España fueron traidores a la patria. 

(Continuará)