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1 de mayo de 2020

Cuentos del Buda III: El agua del lago


Buda y sus discípulos emprendieron un largo viaje durante el cual atravesarían diferentes ciudades. Un día muy caluroso, divisaron un lago y se detuvieron, asediados por la sed. Buda le pidió a su discípulo más joven, famoso por su carácter impaciente. 
 
– Tengo sed. ¿Puedes traerme un poco de agua de ese lago? 
 
El discípulo se dirigió hacia el lago pero cuando llegó, vio que justo en ese momento, un carro de bueyes estaba atravesándolo. Como resultado, el agua se volvió muy turbia. El discípulo pensó: “No puedo darle al maestro esta agua fangosa para beber”. 
 
Así que regresó y le dijo a Buda: 
 
– El agua del lago es muy fangosa. No creo que podamos beberla. 
 
Al cabo de media hora, Buda le pidió al mismo discípulo que volviera al lago y le trajera un poco de agua para beber. El discípulo regresó al lago. 
 
Sin embargo, para su pesar, descubrió que el agua seguía sucia. Regresó y se lo dijo a Buda, esta vez con tono concluyente: 
 
– El agua de ese lago no se puede beber, será mejor que caminemos hasta el pueblo para que los aldeanos nos den de beber. 
 
Buda no le respondió, pero tampoco se movió. Al cabo de un tiempo, le pidió al mismo discípulo que regresara al lago y le trajera agua. 
 
El discípulo se encaminó al lago porque no quería desafiar a su maestro, pero se sentía furioso de que lo enviara una y otra vez al lago, cuando ya sabía que aquella agua fangosa no se podía beber. 
 
Sin embargo, cuando llegó, el agua era cristalina. Así que recogió un poco y se la llevó a Buda. 
 
Buda miró el agua, y luego le dijo a su discípulo: 
 
– ¿Qué hiciste para limpiar el agua? 
 
El discípulo no entendía la pregunta, era evidente que no había hecho nada. Buda le explicó:
 
– Esperas y la dejas ser. Así el barro se asienta por sí solo, y tienes agua limpia. ¡Tu mente también es así! Cuando se perturba, solo tienes que dejarla estar. Dale un poco de tiempo. No seas impaciente. Encontrará el equilibrio por sí misma. No tienes que hacer ningún esfuerzo para calmarla. Todo pasará si no te aferras. 

29 de abril de 2020

Breves Cuentos del Buda II: La prueba del maestro.



-Soy pobre y débil, dijo un día un maestro a sus discípulos, pero vosotros sois jóvenes, y yo os enseño: es deber vuestro, por lo tanto, conseguir el dinero que vuestro viejo maestro necesita para vivir.

-¿Cómo podemos hacer eso?-preguntaron los discípulos-.Las gentes de esta ciudad son tan poco generosas que sería inútil pedirles ayuda.

-Hijos míos-contestó el maestro-, existe un modo de conseguir dinero, no pidiéndolo, sino cogiéndolo. No sería pecado para nosotros robar, pues merecemos más que otros el dinero. Pero, ¡ay!, yo soy demasiado viejo y débil para hacerlo.

-Nosotros somos jóvenes-dijeron los discípulos-y podemos hacerlo. No hay nada que no hiciéramos por vos, querido maestro. Decidnos sólo cómo hacerlo y nosotros obedeceremos.

-Sois jóvenes-dijo el maestro-y es poca cosa para vosotros el apoderaros de la bolsa de algún hombre rico. Así es cómo debéis hacerlo: escoged algún lugar tranquilo donde nadie os vea, y luego agarrad a un transeúnte y coger su dinero, perono lo lastiméis.

-Vamos inmediatamente, dijeron los discípulos, excepto uno, que había callado, con la mirada baja.

El maestro miró a ese joven discípulo y dijo:
-Mis otros discípulos son valientes y están deseosos de ayudarme, pero a ti poco te preocupa el sufrimiento de tu maestro.

-Perdonadme, maestro-contestó-, pero el plan que nos habéis explicado me parece irrealizable; éste es el motivo de mi silencio. 

-¿Por qué es irrealizable?-preguntó el maestro.

-Porque no existe lugar alguno en el que no haya nadie que nos vea-contestó el discípulo-; incluso cuando estoy solo mi Yo me observa. Antes cogería una escudilla e iría a mendigarque permitir que mi Yo me vea robar.
A estas palabras, el rostro del maestro se iluminó de gozo. Estrechó al joven discípulo entre sus brazos y le dijo: Me doy por dichoso si uno solo de mis discípulos ha comprendido mis palabras.
Sus otros discípulos, viendo que su maestro había querido ponerlos a prueba, bajaron la cabeza avergonzados.Y desde aquel día, siempre que un pensamiento indigno les venía a la mente, recordaban las palabras de su compañero: "Mi yo me ve."
Y así se convirtieron en grandes hombres, y todos ellos vivieron felices por siempre jamás.

27 de abril de 2020

Breves cuentos del Buda I: El Regalo.



En una ocasión cuando Buda estaba predicando su doctrina, un hombre se le acercó y comenzó a insultarlo e intentar agredirlo pero Buda se mantuvo en un estado de imperturbable serenidad y silencio. Cuando hubo terminado su acción, se retiró.
Un discípulo que se sintió indignado por los insultos que el hombre lanzó contra Buda le preguntó porqué dejó que lo maltratara y lo agrediera.
A lo que Buda respondió con segura tranquilidad: -“Si yo te regalo un caballo pero tú no lo aceptas ¿de quién es el regalo?
El discípulo contestó: -“Si no lo acepto, sería tuyo todavía”. 
Entonces Buda respondió: -"Bueno. Estas personas emplean parte de su tiempo en regalarme sus insultos, pero al igual que un regalo, yo elijo si quiero aceptarlo o no. Los insultos son como regalos: si lo recoges, lo aceptas; si no lo recoges, quien te insulta se lo queda en sus manos. No podemos culpar al que insulta de nuestra decisión de aceptar su regalo. Por esa misma razón, esos insultos son para mí como un regalo que elijo no recoger. Simplemente los dejo en los mismos labios de donde salen.”

Post original: 10/09/2011