Era chico, lo suficiente como para estar prácticamente al margen de la vida sexual y su relación con el flagelo del SIDA, cuando me enteré, ese 24 de Noviembre, que Freddie Mercury o Farrokh Bulsara fallecía por una bronconeumonía oportunista cuando sus defensas inmunológicas eran inexistentes.
Siempre admiré la fuerza con la que transmitía su arte. Su calidad, su voz. Pienso lo maravilloso que hubiera sido que las terapias con cócteles antirretrovirales hayan sido descubiertas estando él aún vivo. Hoy sería, como lo es su fundación, el embajador de la lucha contra el SIDA.
Un ser maravilloso. Una voz increíble. Un poeta como pocos.
Pero murió hace ya 20 años y su muerte me sirvió para tomar conciencia del VIH, del SIDA.
Este es mi humilde homenaje para Freddie. Nunca murió para nosotros.
El SIDA no mata. La ignorancia y la indiferencia sí.