Hacía aproximadamente un mes no veía a Chicho. A pesar del apodo, se trataba de un niño de apenas nueve años aunque con apariencia de seis. Lo vi hacer cosas que jamás imaginé en una personita de su edad. Acrobacia con pelotitas, cantar frente a más de cien personas, interpretar a un niño ciego y pedir monedas para comprarle leche a su hermanito mas chico. Siempre vestido con su camiseta de Boca que según él, había firmado Maradona.
Tres días antes se había celebrado el día del niño y decidí por ello comprarle un regalo: una pelota Nro. 5 de cuero. Hasta el miércoles, llevé el presente de casa a la oficina y viceversa, hasta que finalmente lo vi. –“¡Chicho!”- le grité de vagón a vagón. Apenas levantó la cabeza, y siguió repartiendo las tarjetitas que llevaba en su mano. Volví a gritarle, entendiendo que no me había escuchado: -“¡Chicho!” Pero esta vez no se inmutó. Me acerqué entonces al vagón en que se hallaba mi pequeño amigo y a medida que me aproximaba, descubría algo que no hubiese querido ver. El niño, porque a pesar de las consideraciones lo era, tenía varias manos de adulto marcadas en su rostro. Chicho pues, intentando que no viera los golpes, escondía su rostro bajo una remera que ya no era la de boca. Sigilosamente me acerqué hasta tocar su hombro. -“Feliz día del niño”, le susurré al darle la pelota. Sin mirarme el pequeño me respondió:- “Yo no soy un niño”. Y cuanta razón creía tener. –“Dale campeón, esto te lo traje a vos”- me miró a los ojos, fijo, y se largó a llorar. Me dió el abrazo mas sincero que jamás había sentido. - por favor, guardámela vos para cuando podamos jugar juntos- me dijo. Acto seguido me recordó una charla que habíamos tenido un mes atrás, en la que intenté explicarle que aquello que lo obligaban a hacer estaba mal, que él tenía derecho a otra cosa, a ser igual a los otros niños. Eso lo habría llevado al furtivo escape fallido. No lo soporté y fui yo quien quebró en llanto. Lo abracé buscando la manera de pedirle perdón. Me miró a los ojos nuevamente y me dijo:- “¡no llores! No es tu culpa, este ha de ser el precio de la libertad”.
Por Facundo Reyes.
Hoy es el Día Mundial contra la Esclavitud Infantil Recordemos cuáles son sus derechos inalienables del Niño y si realmente estamos haciendo algo porque así sean:
•A la vida.
•A la salud.
•Al descanso, el esparcimiento, el juego, la creatividad y las actividades recreativas.
•A la libertad de expresión y a compartir sus puntos de vista con otros.
•A un nombre y una nacionalidad.
•A una familia.
•A la protección durante los conflictos armados.
•A la libertad de pensamiento, conciencia y religión.
•A la protección contra el descuido o trato negligente.
•A la protección contra el trabajo infantil y contra la explotación económica en general.
•A la educación, que será gratuita, laica y obligatoria por lo menos en las etapas elementales.
Al menos siete de los once puntos mencionados, se infringen cuando vemos un niño pidiendo o vendiendo en la calle.
La única posibilidad para el cambio es creando conciencia.