Vivimos la vida no sin plantearnos, al menos una vez, el por qué de algunas cuestiones filosóficas trascendentales o constitutivas de nuestra naturaleza humana. Una de esas preguntas más comunes, que han desvelado las noches de miles de millones de seres a lo largo de todos los tiempos -atravesando grupos de diverso origen étnico, de opuesto pasar económico, diferente cultura, religión o nivel intelectual-, es acerca de la vida y la muerte.
¿Para qué vivimos y qué hay después de la muerte? Respuestas esquivas de una limitación vital. No somos ni seremos más que polvo de estrellas, tampoco sin saber jamás que había o hay más allá del Bing Bang. La Historia nos muestra que hemos configurado dogmas e instituciones para dar respuestas hegemónicas a estas preguntas que, para (¿triste?) satisfacción y tranquilidad de millones de seres humanos, todavía surten efecto. Lo cierto es que ninguno de esos dogmas o instituciones tienen ni tendrán la verdad revelada, como tampoco nadie en absoluto.
Cabe tal vez, el interés por pensar acerca de todas los condicionamientos que nos hemos impuesto culturalmente en torno a muchas de esas respuestas y creencias que han sido preconfiguradas en el imaginario colectivo de la sociedad humana. Es cierto que con matices y, en algunos casos, con total escepticismo.
Uno de los grandes condicionamientos que muchos tienen en función de saberse finitos o mortales es a vivir la vida, pensando e intentando obrar, en función de la meta trascendental del más allá. ¿No es acaso la vida un tránsito donde lo importante no es la meta sino el camino? Son pocos los que toman real dimensión de esta crucial diferencia. Y en rigor de verdad, son menos los que hacen de su vida un viaje placentero aún en las circunstancias más dolorosas. Porque de eso se trata vivir. Pasar el rato sabiendo que tenemos por delante caminos rocosos o desiertos implacables, a la vez que podemos transitar praderas perfumadas o ríos apacibles.
Si en definitiva queremos llevarnos un balance positivo de la vida es importante poder enfrentarla con el desafío abierto a poder entregar todo lo mejor, y más, de cada uno de nosotros. Cuando ésto ocurre, nuestro entorno lo recoge y hasta imita nuestra acción, provocando un efecto mariposa virtuoso que alimenta de sensaciones y momentos gratos a una cadena mayor de individuos.
Así como hay gente que se aferra a las personas sin comprender su individualidad, están aquellas otras que se entregan a los demás sin dejar de permitir expresar libremente deseos propios o caminos diversos. En esta confusa distinción podemos caer en el convencimiento de que uno no debe entregarse jamás para no perder individualidad o libertad. Cuando en realidad lo que no debemos hacer es privarnos de ser todo lo que potencialmente somos, seres sociales con capacidad de entregar amor sin límites más que lo que el otro nos inspira. Y esto corre para todas las especies animales, sin distinción. En todo caso, lo que debemos aprender a manejar son las malas pasiones que nos ponen en peligro o que arriesgan nuestra salud física o mental.
Si aceptamos que aferrarse es entregarse en vida aún sabiendo que estamos en un constante viaje hacia un destino que no nos debe preocupar dentro de nuestra inmanencia cotidiana, podremos vivir con intensidad cada momento y saber aprovechar hasta las lágrimas como un salado regalo acerca de nuestra capacidad de sentir y ser.
Si sentimos, estamos vivos. No dejemos de sentir ni de reprimir nuestros afectos más profundos.
Hold on to love. Love won't let you go.
Post original: 29/11/2011 modificado el 3/5/2020
3 comentarios:
Excelente! Soy de ideas muy similares, y es bueno saber que hay más que, a favor o en contra, tienen argumentos para sustentar su postura e ideales.
Saludos!
PLPLE
Quizás el camino somos nosotros. ¡Quién sabe!
He enlazado a este post desde http://unbosqueinterior.blogspot.com/2011/12/desiertos-praderas-y-rios.html
Gracias por compartir tu parecer, Camaleonx!
Gadmin,
Soy de la idea acerca de que los hombres somos fines y no medios por lo que no está mal tu razonamiento. Lo más importante es el camino puesto que personalmente lo interpreto como un símbolo relativo al transcurrir de la vida.
Saludos!
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