16 de mayo de 2020

La verdad y la mentira

AdrienArt

"Cuenta la leyenda, que un día la verdad y la mentira se cruzaron.
-Buen día. Dijo la mentira.
-Buenos días. Contestó la verdad.
-Hermoso día. Dijo la mentira.
Entonces la verdad se asomó para ver si era cierto. Lo era.
-Hermoso día. Dijo entonces la verdad.
-Aún más hermoso está el lago. Dijo la mentira.
Entonces la verdad miró hacia el lago y vio que la mentira decía la verdad y asintió.
Corrió la mentira hacia el agua y dijo... -El agua está aún más hermosa. Nademos.
La verdad tocó el agua con sus dedos y realmente estaba hermosa y confió en la mentira.
Ambas se sacaron las ropas y nadaron tranquilas.
Un rato después salió la mentira, se vistió con las ropas de la verdad y se fue.
La verdad, incapaz de vestirse con las ropas de la mentira comenzó a caminar sin ropas y todos se horrorizaban al verla.
Es así como aún hoy en día la gente prefiere aceptar la mentira disfrazada de verdad y no la verdad al desnudo."
Jean-Léon Gerôme, 1896

4 de mayo de 2020

Por un clavo… y el efecto mariposa.

EL MISTERIO DEL EFECTO MARIPOSA | CREEPYPASTAS AMINO. Amino


En los años sesenta, el matemático y meteorólogo Edward Lorenz intentaba establecer predicciones climáticas, en base a algunas ecuaciones que realizaba en una computadora. Como cada vez que repetía el cálculo obtenía el mismo resultado, luego de varias repeticiones Lorenz creyó haber logrado cierta predictibilidad. Dejó por un momento su laboratorio con la computadora funcionando y cuando regresó encontró en la pantalla un resultado totalmente distinto. Revisó una y otra vez los datos incorporados y lo único que descubrió fue una diferencia de tres decimales en una de las variables.
Lorenz se resistía a creer que un minúsculo cambio en una variable entre tantas, pudiera tener un impacto tan profundo en el resultado final. Pero luego de revisar decenas de veces el cálculo, concluyó que esa diferencia decimal era la responsable de la gran diferencia en el resultado. Algunos años más tarde, Lorenz publicó su trabajo bajo el título Predictibilidad: ¿Puede el aleteo de una mariposa en Brasil desatar un tornado en Texas?".
Así nació el "efecto mariposa" que establece que una mínima variación de las condiciones iniciales, puede ocasionar una gigantesca transformación en las condiciones finales. Pero el efecto mariposa no es un fenómeno que se compruebe exclusivamente en el ámbito científico...

El 1º de diciembre de 1955, una ciudadana norteamericana de nombre Rosa Parks tomó un transporte público en Montgomery, Alabama, uno de los estados más racistas del país por aquellos años. Como Rosa era una mujer de raza negra, el chofer le ordenó que cediera el asiento a una persona blanca. Ella se negó. El chofer detuvo el vehículo, llamó a la policía y Rosa fue arrestada.
La historia rápidamente se difundió a través de los medios de comunicación y en menos de 48 horas miles de afroamericanos residentes de Montgomery salieron a protestar a las calles y boicotearon el sistema de transporte urbano. A los pocos días del incidente, el líder Martin Luther King Jr. se declaró vocero del boicot y encendió aún más la protesta contra la segregación, que se extendió por casi cuatrocientos días. En 1956, la Corte Suprema declaró inconstitucional la norma de segregación en el transporte público en todo el territorio norteamericano.
El episodio protagonizado por Rosa Parks es un ejemplo claro de cómo una mínima modificación en un punto del sistema (una persona, en una pequeña ciudad) puede desencadenar un gran cambio en todo el sistema (afectando a millones de personas, en cientos de ciudades de toda una nación). La historia registra muchos otros episodios donde una acción pequeña liberatanta -o más- "energía de cambio" que una hazaña heroica.

Muchas veces nos sentimos impotentes ante los sistemas que nos rodean: las organizaciones donde trabajamos, la sociedad que vivimos, la economía de la cual participamos, etc... Esta impotencia nos genera pesimismo y desesperanza, que luego se transforman en apatía e indiferencia. El efecto mariposa nos demuestra que no somos impotentes, por más pequeña que sea nuestra influencia y por más grande que sea el sistema que enfrentamos.

La mínima acción -el aleteo de una mariposa- puede provocar un cambio significativo. Una simple expresión de nuestra opinión, un pequeño cambio de conducta, un ínfimo nuevo hábito, lo que sea... puede detonar una autoorganización que genere más cambios locales, los cuales se van sumando y retroalimentando, hasta que el sistema alcanza un punto crítico: un punto de bifurcación donde comienza a romperse el viejo orden y se asoma uno nuevo.

Cuando nos sintamos impotentes para realizar un cambio y nos resignemos a repetir un viejo modelo de conducta, seguir a la mayoría, o perpetuar un dogmatismo, recordemos el efecto mariposa y hagamos como el clavo...

Por culpa de un clavo, se perdió la herradura,
Por culpa de la herradura se perdió el caballo,
Por culpa del caballo, se perdió el jinete,
Por culpa del jinete, se perdió el mensaje,
Por culpa del mensaje, se perdió la batalla,
Por culpa de la batalla, se perdió el Reino.

La única posibilidad para el cambio es creando conciencia.




Post original de 20/08/08

3 de mayo de 2020

El camino de cada quién



Vivimos la vida no sin plantearnos, al menos una vez, el por qué de algunas cuestiones filosóficas trascendentales o constitutivas de nuestra naturaleza humana. Una de esas preguntas más comunes, que han desvelado las noches de miles de millones de seres a lo largo de todos los tiempos -atravesando grupos de diverso origen étnico, de opuesto pasar económico, diferente cultura, religión o nivel intelectual-, es acerca de la vida y la muerte.

¿Para qué vivimos y qué hay después de la muerte? Respuestas esquivas de una limitación vital. No somos ni seremos más que polvo de estrellas, tampoco sin saber jamás que había o hay más allá del Bing Bang. La Historia nos muestra que hemos configurado dogmas e instituciones para dar respuestas hegemónicas a estas preguntas que, para (¿triste?) satisfacción y tranquilidad de millones de seres humanos, todavía surten efecto. Lo cierto es que ninguno de esos dogmas o instituciones tienen ni tendrán la verdad revelada, como tampoco nadie en absoluto.

Cabe tal vez, el interés por pensar acerca de todas los condicionamientos que nos hemos impuesto culturalmente en torno a muchas de esas respuestas y creencias que han sido preconfiguradas en el imaginario colectivo de la sociedad humana. Es cierto que con matices y, en algunos casos, con total escepticismo.

Uno de los grandes condicionamientos que muchos tienen en función de saberse finitos o mortales es a vivir la vida, pensando e intentando obrar, en función de la meta trascendental del más allá. ¿No es acaso la vida un tránsito donde lo importante no es la meta sino el camino? Son pocos los que toman real dimensión de esta crucial diferencia. Y en rigor de verdad, son menos los que hacen de su vida un viaje placentero aún en las circunstancias más dolorosas. Porque de eso se trata vivir. Pasar el rato sabiendo que tenemos por delante caminos rocosos o desiertos implacables, a la vez que podemos transitar praderas perfumadas o ríos apacibles.

Si en definitiva queremos llevarnos un balance positivo de la vida es importante poder enfrentarla con el desafío abierto a poder entregar todo lo mejor, y más, de cada uno de nosotros. Cuando ésto ocurre, nuestro entorno lo recoge y hasta imita nuestra acción, provocando un efecto mariposa virtuoso que alimenta de sensaciones y momentos gratos a una cadena mayor de individuos.

Así como hay gente que se aferra a las personas sin comprender su individualidad, están aquellas otras que se entregan a los demás sin dejar de permitir expresar libremente deseos propios o caminos diversos. En esta confusa distinción podemos caer en el convencimiento de que uno no debe entregarse jamás para no perder individualidad o libertad. Cuando en realidad lo que no debemos hacer es privarnos de ser todo lo que potencialmente somos, seres sociales con capacidad de entregar amor sin límites más que lo que el otro nos inspira. Y esto corre para todas las especies animales, sin distinción. En todo caso, lo que debemos aprender a manejar son las malas pasiones que nos ponen en peligro o que arriesgan nuestra salud física o mental.

Si aceptamos que aferrarse es entregarse en vida aún sabiendo que estamos en un constante viaje hacia un destino que no nos debe preocupar dentro de nuestra inmanencia cotidiana, podremos vivir con intensidad cada momento y saber aprovechar hasta las lágrimas como un salado regalo acerca de nuestra capacidad de sentir y ser.
Si sentimos, estamos vivos. No dejemos de sentir ni de reprimir nuestros afectos más profundos.



Hold on to love. Love won't let you go.

Post original: 29/11/2011 modificado el 3/5/2020

2 de mayo de 2020

Cantando una canción de cuna al elefantito

Lek y Faa Mai tienen una relación muy fuerte. Mientras Lek le canta canciones de cuna, el pequeño Faa Mai disfruta su momento de relax al punto de que los ronquidos delaten su condición.



Lek es la fundandora de la Fundación Save Elephant. Desde chica tuvo una dedicación absoluta para con los paquidermos. Siendo testigo de los abusos, torturas y sufrimientos que estos increíbles animales recibían, dedicó y dedica toda su vida a llevar adelante esta ONG y sus refugios que procuran crear conciencia en el respeto a todos los animales del planeta, y en especial, a sus amados elefantes rescatados.

Lek (pequeña en tailandés), es una verdadera gigante que nos enseña el amor y el placer que estas hermosas criaturas pueden demostrar a quienes aún no han despertado ese pedacito de alma que nos conecta para siempre con el Amor universal.

Si pensás que la empatía con los animales nos permite reconocernos igualmente sintientes y así poder tomar conciencia contra el sufrimiento animal, compartí éste y cualquier video que te cruces en el que el amor, el afecto, la solidaridad, el miedo o la angustia sean claramente visibles.

La única posibilidad para el cambio es creando conciencia.


Post original: 8/3/14

1 de mayo de 2020

Cuentos del Buda III: El agua del lago


Buda y sus discípulos emprendieron un largo viaje durante el cual atravesarían diferentes ciudades. Un día muy caluroso, divisaron un lago y se detuvieron, asediados por la sed. Buda le pidió a su discípulo más joven, famoso por su carácter impaciente. 
 
– Tengo sed. ¿Puedes traerme un poco de agua de ese lago? 
 
El discípulo se dirigió hacia el lago pero cuando llegó, vio que justo en ese momento, un carro de bueyes estaba atravesándolo. Como resultado, el agua se volvió muy turbia. El discípulo pensó: “No puedo darle al maestro esta agua fangosa para beber”. 
 
Así que regresó y le dijo a Buda: 
 
– El agua del lago es muy fangosa. No creo que podamos beberla. 
 
Al cabo de media hora, Buda le pidió al mismo discípulo que volviera al lago y le trajera un poco de agua para beber. El discípulo regresó al lago. 
 
Sin embargo, para su pesar, descubrió que el agua seguía sucia. Regresó y se lo dijo a Buda, esta vez con tono concluyente: 
 
– El agua de ese lago no se puede beber, será mejor que caminemos hasta el pueblo para que los aldeanos nos den de beber. 
 
Buda no le respondió, pero tampoco se movió. Al cabo de un tiempo, le pidió al mismo discípulo que regresara al lago y le trajera agua. 
 
El discípulo se encaminó al lago porque no quería desafiar a su maestro, pero se sentía furioso de que lo enviara una y otra vez al lago, cuando ya sabía que aquella agua fangosa no se podía beber. 
 
Sin embargo, cuando llegó, el agua era cristalina. Así que recogió un poco y se la llevó a Buda. 
 
Buda miró el agua, y luego le dijo a su discípulo: 
 
– ¿Qué hiciste para limpiar el agua? 
 
El discípulo no entendía la pregunta, era evidente que no había hecho nada. Buda le explicó:
 
– Esperas y la dejas ser. Así el barro se asienta por sí solo, y tienes agua limpia. ¡Tu mente también es así! Cuando se perturba, solo tienes que dejarla estar. Dale un poco de tiempo. No seas impaciente. Encontrará el equilibrio por sí misma. No tienes que hacer ningún esfuerzo para calmarla. Todo pasará si no te aferras.