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8 de diciembre de 2007

Un 27% más de CO2 que en los últimos 650 Mil años.



El nivel actual de CO2 en la atmósfera es el más elevado de los últimos 650.000 años. Nuevas muestras de hielo obtenidas a 3.270 metros de profundidad permiten obtener datos más antiguos que los 390.000 años que eran posibles hasta ahora hace unos años.

La necesidad aguza el ingenio, y si no que se lo digan a los primeros climatólogos que tuvieron la idea (genial, por otra parte) de «interrogar al hielo» sobre las condiciones meteorológicas del pasado. Hartos de preguntarse hasta qué punto son naturales y hasta qué punto provocadas por el hombre las condiciones climáticas de la actualidad, los científicos se han encontrado siempre con el mismo problema: se puede obtener prácticamente cualquier dato del presente, pero no se pueden comparar esos datos con otros momentos de la historia de nuestro planeta. Y eso por la sencilla razón de que en el pasado no había nadie para medirlos.

Pero entonces surgió la idea:
En las regiones polares, donde es difícil que se derrita, la nieve se va acumulando, al caer, en capas que se superponen las unas sobre las otras. El peso va comprimiendo la nieve que queda más abajo, que poco a poco pierde su esponjosidad y se va conviertiendo en hielo sólido. Ese manto helado, formado por capas sucesivas de nieve solidificada puede alcanzar, en la Antártida, varios kilómetros de espesor.Además, las formas caprichosas e irregulares de los copos de nieve hacen que estos no encajen perfectamente entre sí, sino que dejan «huecos» entre ellos. Pequeñas burbujas de aire que, milagro, conservan intacta la información atmosférica del momento en que se formaron. Y he aquí cómo los hielos polares se convierten en auténticas ventanas al pasado.

Pequeñas «máquinas del tiempo» que pueden decirnos, por ejemplo, cuánto dióxido de carbono o cuánto metano contenía el aire de hace cientos de miles de años. Datos que resultan en extremo valiosos, por ejemplo, para determinar la presencia y la cantidad de gases de efecto invernadero en la atmósfera.

Los científicos, entonces, para acceder a este auténtico tesoro de información, no tienen más que extraer ese hielo, determinar su antigüedad y estudiar la composición de las burbujas de aire para cada periodo. Cuanto más se consiga profundizar, más atrás se podrá viajar en el tiempo.

El hielo se extrae en forma de cilindros que se sacan como si se tratara del corcho de una botella, gracias al uso de potentes máquinas perforadoras a más de tres mil metros. Hasta el momento, las muestras más antiguas obtenidas correspondían a hace 390.000 años. Pero dos artículos publicados en «Science» explican cómo a este registro se ha conseguido añadir ahora un «tiempo extra» de más de 200.000 años. Las muestras se obtuvieron a una profundidad de 3.270 metros, lo que nos permite medir, a partir de ahora, la composición de la atmósfera en cualquier momento de los últimos 650.000 años.

Entre otros datos de interés, los científicos del proyecto Epica (Proyecto Europeo de Núcleos Helados en la Antártida), que aplica este método en la Antártida desde el año 1996, han descubierto que los niveles atmosféricos de dióxido de carbono son hoy hasta un 27% más elevados que los más altos registrados durante los últimos 650.000 años, lo cual demuestra que los seres humanos han cambiado la concentración de este y de otros gases mucho más rápidamente de lo que se pensaba hasta ahora. El nuevo periodo de 200.000 años, que coincide con dos eras glaciales completas, ayudará también a los científicos a calibrar las diferencias «naturales» de esta clase de gases en periodos fríos y cálidos de la historia de la Tierra. Lo cual, a su vez, permitirá comprender mucho mejor las consecuencias de las acciones humanas.

Fuente: ABC