3 de mayo de 2020

El camino de cada quién



Vivimos la vida no sin plantearnos, al menos una vez, el por qué de algunas cuestiones filosóficas trascendentales o constitutivas de nuestra naturaleza humana. Una de esas preguntas más comunes, que han desvelado las noches de miles de millones de seres a lo largo de todos los tiempos -atravesando grupos de diverso origen étnico, de opuesto pasar económico, diferente cultura, religión o nivel intelectual-, es acerca de la vida y la muerte.

¿Para qué vivimos y qué hay después de la muerte? Respuestas esquivas de una limitación vital. No somos ni seremos más que polvo de estrellas, tampoco sin saber jamás que había o hay más allá del Bing Bang. La Historia nos muestra que hemos configurado dogmas e instituciones para dar respuestas hegemónicas a estas preguntas que, para (¿triste?) satisfacción y tranquilidad de millones de seres humanos, todavía surten efecto. Lo cierto es que ninguno de esos dogmas o instituciones tienen ni tendrán la verdad revelada, como tampoco nadie en absoluto.

Cabe tal vez, el interés por pensar acerca de todas los condicionamientos que nos hemos impuesto culturalmente en torno a muchas de esas respuestas y creencias que han sido preconfiguradas en el imaginario colectivo de la sociedad humana. Es cierto que con matices y, en algunos casos, con total escepticismo.

Uno de los grandes condicionamientos que muchos tienen en función de saberse finitos o mortales es a vivir la vida, pensando e intentando obrar, en función de la meta trascendental del más allá. ¿No es acaso la vida un tránsito donde lo importante no es la meta sino el camino? Son pocos los que toman real dimensión de esta crucial diferencia. Y en rigor de verdad, son menos los que hacen de su vida un viaje placentero aún en las circunstancias más dolorosas. Porque de eso se trata vivir. Pasar el rato sabiendo que tenemos por delante caminos rocosos o desiertos implacables, a la vez que podemos transitar praderas perfumadas o ríos apacibles.

Si en definitiva queremos llevarnos un balance positivo de la vida es importante poder enfrentarla con el desafío abierto a poder entregar todo lo mejor, y más, de cada uno de nosotros. Cuando ésto ocurre, nuestro entorno lo recoge y hasta imita nuestra acción, provocando un efecto mariposa virtuoso que alimenta de sensaciones y momentos gratos a una cadena mayor de individuos.

Así como hay gente que se aferra a las personas sin comprender su individualidad, están aquellas otras que se entregan a los demás sin dejar de permitir expresar libremente deseos propios o caminos diversos. En esta confusa distinción podemos caer en el convencimiento de que uno no debe entregarse jamás para no perder individualidad o libertad. Cuando en realidad lo que no debemos hacer es privarnos de ser todo lo que potencialmente somos, seres sociales con capacidad de entregar amor sin límites más que lo que el otro nos inspira. Y esto corre para todas las especies animales, sin distinción. En todo caso, lo que debemos aprender a manejar son las malas pasiones que nos ponen en peligro o que arriesgan nuestra salud física o mental.

Si aceptamos que aferrarse es entregarse en vida aún sabiendo que estamos en un constante viaje hacia un destino que no nos debe preocupar dentro de nuestra inmanencia cotidiana, podremos vivir con intensidad cada momento y saber aprovechar hasta las lágrimas como un salado regalo acerca de nuestra capacidad de sentir y ser.
Si sentimos, estamos vivos. No dejemos de sentir ni de reprimir nuestros afectos más profundos.



Hold on to love. Love won't let you go.

Post original: 29/11/2011 modificado el 3/5/2020

2 de mayo de 2020

Cantando una canción de cuna al elefantito

Lek y Faa Mai tienen una relación muy fuerte. Mientras Lek le canta canciones de cuna, el pequeño Faa Mai disfruta su momento de relax al punto de que los ronquidos delaten su condición.



Lek es la fundandora de la Fundación Save Elephant. Desde chica tuvo una dedicación absoluta para con los paquidermos. Siendo testigo de los abusos, torturas y sufrimientos que estos increíbles animales recibían, dedicó y dedica toda su vida a llevar adelante esta ONG y sus refugios que procuran crear conciencia en el respeto a todos los animales del planeta, y en especial, a sus amados elefantes rescatados.

Lek (pequeña en tailandés), es una verdadera gigante que nos enseña el amor y el placer que estas hermosas criaturas pueden demostrar a quienes aún no han despertado ese pedacito de alma que nos conecta para siempre con el Amor universal.

Si pensás que la empatía con los animales nos permite reconocernos igualmente sintientes y así poder tomar conciencia contra el sufrimiento animal, compartí éste y cualquier video que te cruces en el que el amor, el afecto, la solidaridad, el miedo o la angustia sean claramente visibles.

La única posibilidad para el cambio es creando conciencia.


Post original: 8/3/14

1 de mayo de 2020

Cuentos del Buda III: El agua del lago


Buda y sus discípulos emprendieron un largo viaje durante el cual atravesarían diferentes ciudades. Un día muy caluroso, divisaron un lago y se detuvieron, asediados por la sed. Buda le pidió a su discípulo más joven, famoso por su carácter impaciente. 
 
– Tengo sed. ¿Puedes traerme un poco de agua de ese lago? 
 
El discípulo se dirigió hacia el lago pero cuando llegó, vio que justo en ese momento, un carro de bueyes estaba atravesándolo. Como resultado, el agua se volvió muy turbia. El discípulo pensó: “No puedo darle al maestro esta agua fangosa para beber”. 
 
Así que regresó y le dijo a Buda: 
 
– El agua del lago es muy fangosa. No creo que podamos beberla. 
 
Al cabo de media hora, Buda le pidió al mismo discípulo que volviera al lago y le trajera un poco de agua para beber. El discípulo regresó al lago. 
 
Sin embargo, para su pesar, descubrió que el agua seguía sucia. Regresó y se lo dijo a Buda, esta vez con tono concluyente: 
 
– El agua de ese lago no se puede beber, será mejor que caminemos hasta el pueblo para que los aldeanos nos den de beber. 
 
Buda no le respondió, pero tampoco se movió. Al cabo de un tiempo, le pidió al mismo discípulo que regresara al lago y le trajera agua. 
 
El discípulo se encaminó al lago porque no quería desafiar a su maestro, pero se sentía furioso de que lo enviara una y otra vez al lago, cuando ya sabía que aquella agua fangosa no se podía beber. 
 
Sin embargo, cuando llegó, el agua era cristalina. Así que recogió un poco y se la llevó a Buda. 
 
Buda miró el agua, y luego le dijo a su discípulo: 
 
– ¿Qué hiciste para limpiar el agua? 
 
El discípulo no entendía la pregunta, era evidente que no había hecho nada. Buda le explicó:
 
– Esperas y la dejas ser. Así el barro se asienta por sí solo, y tienes agua limpia. ¡Tu mente también es así! Cuando se perturba, solo tienes que dejarla estar. Dale un poco de tiempo. No seas impaciente. Encontrará el equilibrio por sí misma. No tienes que hacer ningún esfuerzo para calmarla. Todo pasará si no te aferras. 

29 de abril de 2020

Breves Cuentos del Buda II: La prueba del maestro.



-Soy pobre y débil, dijo un día un maestro a sus discípulos, pero vosotros sois jóvenes, y yo os enseño: es deber vuestro, por lo tanto, conseguir el dinero que vuestro viejo maestro necesita para vivir.

-¿Cómo podemos hacer eso?-preguntaron los discípulos-.Las gentes de esta ciudad son tan poco generosas que sería inútil pedirles ayuda.

-Hijos míos-contestó el maestro-, existe un modo de conseguir dinero, no pidiéndolo, sino cogiéndolo. No sería pecado para nosotros robar, pues merecemos más que otros el dinero. Pero, ¡ay!, yo soy demasiado viejo y débil para hacerlo.

-Nosotros somos jóvenes-dijeron los discípulos-y podemos hacerlo. No hay nada que no hiciéramos por vos, querido maestro. Decidnos sólo cómo hacerlo y nosotros obedeceremos.

-Sois jóvenes-dijo el maestro-y es poca cosa para vosotros el apoderaros de la bolsa de algún hombre rico. Así es cómo debéis hacerlo: escoged algún lugar tranquilo donde nadie os vea, y luego agarrad a un transeúnte y coger su dinero, perono lo lastiméis.

-Vamos inmediatamente, dijeron los discípulos, excepto uno, que había callado, con la mirada baja.

El maestro miró a ese joven discípulo y dijo:
-Mis otros discípulos son valientes y están deseosos de ayudarme, pero a ti poco te preocupa el sufrimiento de tu maestro.

-Perdonadme, maestro-contestó-, pero el plan que nos habéis explicado me parece irrealizable; éste es el motivo de mi silencio. 

-¿Por qué es irrealizable?-preguntó el maestro.

-Porque no existe lugar alguno en el que no haya nadie que nos vea-contestó el discípulo-; incluso cuando estoy solo mi Yo me observa. Antes cogería una escudilla e iría a mendigarque permitir que mi Yo me vea robar.
A estas palabras, el rostro del maestro se iluminó de gozo. Estrechó al joven discípulo entre sus brazos y le dijo: Me doy por dichoso si uno solo de mis discípulos ha comprendido mis palabras.
Sus otros discípulos, viendo que su maestro había querido ponerlos a prueba, bajaron la cabeza avergonzados.Y desde aquel día, siempre que un pensamiento indigno les venía a la mente, recordaban las palabras de su compañero: "Mi yo me ve."
Y así se convirtieron en grandes hombres, y todos ellos vivieron felices por siempre jamás.