El comienzo de la Satyagraha
argentina. El descontento manifiesto de una ciudadanía sin representación
política cabal, demanda la sujeción al derecho constitucional, el respeto de
las libertades individuales y colectivas, y la defensa de las instituciones
democráticas. La accountability, o control horizontal, una deuda pendiente que
comienza a aparecer como reclamo republicano. Lula y la sugerencia de la
necesaria alternancia en el poder.
Por Pablo Olivera Da Silva* | 22.10.2012
Se acerca el 8N y todos los poderes ejecutivos de todos los niveles de gobierno
del país comienzan a manifestar preocupación, sin lugar a dudas. No sólo el Poder Ejecutivo Nacional sino las
gobernaciones y las intendencias donde ya se publican los lugares de
convocatoria para la marcha de los indignados argentinos temen por los alcances
de la misma y, más aún, las consecuencias que acarrea la instalación de una Satyagraha (revolución no violenta)
argentina.
El 13S fue, para muchos, el inicio de esa Satyagraha que, en la construcción política del liderazgo de Mahatma Ghandi, primero en Sudáfrica y
luego en su India natal, significó la posibilidad de que Martin Luther King y otros líderes revolucionarios pusieran en
práctica su metodología con éxito diverso. Incluso Aldous Huxley en su ensayo “Ciencia,
Libertad y Paz” pondera a la Satyagraha
como la herramienta de cambio más importante creada por las sociedades humanas
en contra de la tiranía y los desmanejos de las corporaciones políticas.
Cuando emerge un ejemplo
paradigmático como el caso de los primeros piquetes en Mosconi y Tartagal que
luego estudiara la socióloga Maristella
Svampa, definiendo y delimitando un fenómeno social luego denominado “Movimiento Piquetero”, éste estaba a la
vista aunque aún no se dimensionaba sus alcances. Luego de su revelación y
puesta en funcionamiento como dispositivo de acción política, quedó
identificado y reconocido como práctica cuasi legitimada por el momento
histórico político argentino, a principios del siglo XXI.
Es por eso que la aparición de una
metodología novedosa, sostenida sobre las bases tecnológicas de la sociedad de
la información donde las redes sociales cumplen un rol central de difusión y
exponenciación de las capacidades de distribución de la información, por fuera
de los canales tradicionales, aparece como un fenómeno que requiere seguimiento
e investigación.
La Satyagraha argentina promete reforzar sus características comunes
con otro tipo de manifestaciones tales como las convocadas durante la Primavera
Árabe o las que hoy se propagan por el colectivo indefinido “Anonymous”.
Facebook y Twitter son las armas de difusión masiva y en pocos minutos alcanzan
objetivos de comunicación que jamás había alcanzado ningún medio masivo de comunicación
en su breve historia, partiendo de los comienzos de la televisión y la radio en
el siglo pasado.
Asimismo, el carácter de
independencia de todo actor político relevante hace que quienes deben intentar
contrarrestar políticamente sus efectos no puedan definir al enemigo. La masa
sin liderazgos salientes puede disolverse rápidamente pero la teoría parece no
cuajar con la práctica de un fenómeno que comienza a cargarse de una mística
potente capaz de poner en serios aprietos al poder.
Otro ataque que han ensayado los
defensores del oficialismo es que los mensajes son difusos o amplios y más que
un ataque es la impotencia de no poder restringir los argumentos por los cuales
generar un contra discurso. Si sintetizamos las demandas que se ven reflejadas
en pancartas o carteles caseros, podemos identificar consignas referidas a la
defensa de las libertades individuales o
colectivas, un duro castigo contra aquellos sospechados de corrupción desde el Estado, la defensa
de la Constitución Nacional y las
Instituciones de la democracia que sostienen la forma republicana de gobierno.
Aparece así un reclamo convergente, sin precisar la palabra técnica que Guillermo O'Donnell, politólogo argentino ya extinto, define con precisión: accountability horizontal.
La existencia de instituciones estatales que tienen autoridad legal y están fácticamente dispuestas y capacitadas para emprender acciones que van desde el control rutinario hasta sanciones penales o incluso impeachment, en relación con actos u omisiones de otros agentes o instituciones del estado que pueden, en principio o presuntamente, ser calificados como ilícitos.
Puede verse de forma variada, pero
uniforme, en cuanto a contenido troncal, la identificación de los reclamos con
una ciudadanía que pretende una continuidad democrática basada en la división
de poderes, la alternancia en el poder, -justamente destacada en el 48º
Coloquio de IDEA por el ex presidente brasileño Inácio Lula Da Silva- como
forma de restringir el abuso de poder o desalentar la amenaza de prácticas
autocráticas o incluso, la instalación de la semilla de la tiranía que encierra
todo recuerdo de gobierno con raíces populistas, anclados en la exteriorización
de un culto a una idea con iconografía religiosa y fanatismo político, destructor
de todo debate dialógico.
La aparición de una clase media
movilizada con una clara intención de compromiso ciudadano es lo que resalta de
este fenómeno. Esa clase media que se mantenía al margen y sumida en la apatía
cívica hoy parece despertar de su letargo clasista e impulsa una movilización que
aún no puede ser dimensionar en su alcance y, lo más importante, en sus efectos
políticos y duración e intensidad.
Será cuestión de tiempo ver si esa
ciudadanía movilizada resiste y aprende cabalmente lo que significa la Satyagraha, o revolución no violenta.
Si se involucra como actores cívicos de relevancia y adhieren a las
manifestaciones de defensa democrática, creando redes, como las que emergieron
en 2009 con una masiva participación en la fiscalización
independiente y partidaria de las elecciones legislativas, las únicas que
hasta hoy, ha perdido el kirchnerismo desde el ejercicio del poder.
* Politólogo.
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