“Para que no se pueda abusar del poder es preciso que el poder detenga al poder.”
Charles Louis de Secondat, Señor de la Brède y Barón de Montesquieu.
Según una categoría utilizada en la Ciencia Política como “Umbral de Poder”, los Estados Unidos como Potencia Hegemónica mundial sustentaba la categoría de Estado-Nación industrial Continente; es decir, su poderío económico, industrial y bélico está garantizado por sus vastos territorios que le brindan la propia autonomía industrial y de sustento alimenticio. Para equilibrar este tremendo poderío, que elevó aún más el umbral de poder, los pequeños Estados-Nación industriales de Europa se vieron obligados a formar un bloque económico sólido que les permitiera seguir siendo sujetos de la historia y no meros estados subordinados que vieran peligrar su propio destino histórico.
En simultáneo y en Asia, podemos encontrarnos con un verdadero gigante que viene amenazando hace décadas para usurparle el título de “Potencia Hegemónica” a Estados Unidos: China. Los asiáticos han llevado adelante una verdadera revolución industrial que no deja de dar pasos agigantados en la búsqueda de su propia autonomía y poderío en todos los campos que sean necesarios para erigirse como protagonista en el Sistema Internacional.
No podemos dejar de lado a Rusia y sus ex repúblicas soviéticas que vienen fortaleciendo su poderío y sometiendo a la Comunidad Europea con sus restricciones escandalosas de gas natural dejando enormes pérdidas económicas para la Comunidad Europea, pobre en recursos naturales no renovables para cubrir su propia demanda en períodos de frío extremo.
Volviendo a la fecha que significa una bisagra en esta nueva etapa, nos encontramos con una modalidad de reaseguro de suministros estratégicos a precios controlados por parte de la “Potencia Hegemónica”: Las guerras preventivas. La táctica utilizada para la invasión de Irak por parte de Colin Powell, Secretario de Estado norteamericano en Enero de 2002, fue exponer ante la ONU la sospecha de terrorismo con potencial nuclear en suelo iraquí. El tema no era encontrar esas armas de destrucción masiva, sino un tanto más delicado para los intereses norteamericanos. Asegurarse la provisión de petróleo a precio controlado para abastecer su voraz economía que hoy consume el 20% diario de la producción total de barriles de crudo, secundado por Japón, que apenas utiliza el 10% del total consumido diariamente en el país del norte.
Dentro del mapa mundial de grandes imperios y zonas homogéneas de poder encontramos continentes como África o subcontinentes como Sudamérica, sin sujetos internacionales capaces de contrarrestar el embate de otras potencias que intenten coartar toda autonomía política y sus propias decisiones para el desarrollo y crecimiento de la región siendo éstas peligrosas para la continuidad del Sistema Internacional favorable a sus intereses.
Tenemos una América del Sur con una gran potencialidad de recursos no renovables y condiciones óptimas para el desarrollo y expansión tecnológica de los recursos renovables. Contamos con autonomía alimenticia propia, capaz de exportar a mercados del mundo todo tipo de commodities agrícolas. Nos falta unidad regional. Nos falta concretar una verdadera Unión de Naciones Sudamericanas, igual como la que soñó el General Don José de San Martín junto al Libertador Simón Bolívar.
Estamos ante un momento de tensión internacional que lamentablemente irá en aumento puesto que verdades ya inocultables como el cenit del petróleo, arribado en un momento aproximado entre los años 2007 y 2008, están poniendo en crisis la previsión para la expansión económica bajo el paradigma dominante del oro negro. Muchas voces sugieren que será un momento más de readecuación de la tecnología, y tal vez así lo sea, lo cierto es que el período de pasaje, de una duración impredecible, tecnológico se traduce en un momento de crisis política por el control de los suministros remanentes.
Hay episodios de creciente alarma como lo ocurrido en el Polo Norte con Rusia como protagonista, reclamando sus derechos sobre la explotación de la plataforma que allí contiene valiosas reservas de crudo. Lo lamentable es que allí existe algo más preciado que el propio petróleo como resulta ser uno de los dos casquetes polares que brindan reflejo a los rayos del sol. Un gran espejo que evita el incremento de la temperatura en los océanos e interviene dentro del complejo sistema de equilibrio de corrientes oceánicas. Sin mencionar que su prescindencia provocaría la acentuación del efecto invernadero. Idéntica situación puede ocurrir con la riquísima Antártida, hoy patrimonio de la humanidad y reclamada por un puñado de naciones entre las que nos contamos.
No quiero dejar de recordar que navega frente a nuestro océano Atlántico la IV Flota de la Marina de los Estados Unidos. Su argumento público: vigilancia para su posible intervención en temas surgidos en la triple frontera o incluso el narcotráfico. Resulta demasiado desproporcionada la reacción provocada en la potencia bélica más importante del globo. Es imprescindible mencionar que la tercera reserva de agua dulce y potable más grande del mundo, el acuífero Guaraní, se encuentra en amplia extensión por debajo de la zona de conflicto. Lo cierto es que Brasil ha descubierto yacimientos con una producción estimada en 55.000.000 de barriles de crudo. Las probabilidades de que haya reservas similares en la plataforma argentina son elevadas.
La crisis mundial es un impasse en el que el Sistema Internacional decide barajar y dar de nuevo. Las estrategias que se diagraman pueden darnos el tiempo necesario para orientar nuestros esfuerzos en lograr la tan ansiada unidad regional del Cono Sur. Es tiempo de alentar el conocimiento y la búsqueda de la verdad. Las urgencias son desesperantes. La fraternidad de nuestras naciones sudamericanas debe consolidar un verdadero bloque con el objeto de unirse por el bien de todos los pueblos que cobijan. Unificar objetivos regionales en defensa de nuestros recursos y con el objeto de asegurar nuestra propia libertad debe ser un tema central en la agenda política de nuestros gobiernos hermanos. La historia de Latinoamérica espera todavía por alcanzar la adultez puesto que las horas más decisivas están por delante. Es en ésto en lo que debemos concentrarnos, dejando de lado todo rencor pasado y todo intento de revisionismo que alimente la desunión.
“Solamente aquel que construye el futuro tiene derecho a juzgar el pasado.”
Friedrich Nietzsche.
1 comentario:
Muy bueno.
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