La actualidad argentina está caracterizada por conflictos políticos profundos que desnudan una inmadurez democrática reflejada en su clase dirigente. Pero es sólo un reflejo de nuestra incapacidad de entender la Democracia como una forma de vida, no sólo una forma de gobierno.
La Nación Argentina ha demostrado ser una sociedad pendular con una complicada tendencia a la autodestrucción institucional. Vivimos en reiteraciones históricas que alternan procesos esperanzadores de solidez cívica con tiranías trasvestidas por demagogias populistas, profundamente corruptas y dinamitadoras de toda institucionalidad basada en la República democrática, representativa y federal.
La calidad institucional de nuestra democracia ha caído en un espiral de degradación asimilable con el descenso al Maelström. Nos sumergimos en un profundo remolino caótico que arrastra nuestras esperanzas, convicciones y anhelos de justicia a un imposible horizonte de superación.
Es una clara descripción de la realidad la que afirma que nuestra democracia se consolida como una del tipo delegativa, pobre en calidad, sin un sistema de partidos políticos consolidado, sin rendición de cuentas por parte del Poder Ejecutivo, donde la principal carencia es la falta de responsabilidad cívica de nuestra sociedad toda.
He aquí nuestra principal falencia: la adolescencia de valores democráticos en nuestra vida cotidiana. Como pueblo, nos es imposible reconocernos. Preferimos aferrarnos a pertenencias limitadas como el amor a la pelota, las prácticas ociosas o la ideología kitsch, paradógicamente, vaciada de contenido y fuertemente iconográfica.
La Democracia no puede ser entendida, únicamente, como una forma de gobierno. La Democracia debe ser parte de nuestra cotidianeidad, nuestra forma de relacionarnos los unos con los otros, nuestra forma de vida en el sentido puro del término.
"La Democracia en América", escrita por Alexis de Tocqueville, uno de los proto sociólogos, es una radiografía de una sociedad norteamericana joven y pujante. Una visión de una sociedad acostumbrada por las circunstancias a asociarse cotidianamente, donde la unión hace la fuerza. Una enseñanza de la vida democrática que llevó para que Europa aprendiera de sus virtudes como la que más visiblemente se explayó: la igualdad de oportunidades.
Estamos en un momento histórico de nuestra Patria donde la igualdad de oportunidades, la igualdad ante la ley, es una utopía lejana. La realidad muestra a un Estado incapaz de proveer Salud, Educación, Justicia y Seguridad.
Salud, para atender las demandas de todo el espectro social, incluídos a los enfermos sociales que no son otros que los reos condenados. No existe hoy una política de reeducación y reinserción social de los presos. Los derechos humanos no existen en las cárceles, dejando en clara evidencia el incumplimiento del Artículo 18 de nuestra Constitución Nacional.
Educación, para asegurar un futuro de crecimiento sostenido, garantizando el acceso a la instrucción para todos los habitantes. Impulsando una renovación de las técnicas pedagógicas que amalgamen el compromiso ciudadano con la vida en sociedad democrática y participativa.
Es un deber del Estado el de terminar con los analfabetos políticos, puesto que la indiferencia por la participación en los asuntos que nos atañen a todos, generan el caldo de cultivo propicio para la proliferación de los bandidos de la política, el funcionario corrupto.
Justicia, para terminar con las incongruencias manifiestas que demoran la reestructuración de un Estado saneado de corrupción y clientelismo. Necesitamos formar una verdadera legión de letrados capaces de enfrentar a las corporaciones que alimentan la corrupción y subvierten todos los valores esenciales que sostienen al Estado y dan sentido a la vida en sociedad. Es menester de un importante grupo de compatriotas, el buscar la asociación jurídica que impulse un verdadero "Mani Pulite". La corrupción está ganando, cada vez, más espacios y controlando todos los medios ideológicos y coercitivos que el Estado tiene para asegurarse complicidad social.
Institucionalizar la Viveza Criolla es firmar nuestro certificado de defunción como Nación.
Institucionalizar la Viveza Criolla es firmar nuestro certificado de defunción como Nación.
Seguridad, uno de los derechos humanos que el Estado está obligado a proporcionar, se sostiene sobre la premisa de la igualdad ante la ley. Somos iguales ante los ojos de la Justicia. Sin la equidad en la provisión de oportunidades reales de desarrollo, esto es inviable. La seguridad se logra terminando con la crisis de valores. Terminando con las divisiones fraternales propuestas por aquellos tiranos trasvestidos de líderes populistas.
Estamos ante la posibilidad de romper con la vida pendular de nuestra sociedad. Esta esperanza que renueva las fuerzas y promete consolidar un debate real, debe partir de la clase política comprometida con el cambio. El cambio basado en la grandeza de la Nación, en el cumplimiento del rol que le ocupa al Estado, en la erradicación de las tiranías fabricantes de falacias y sostenidas desde la opulencia y enriquecimiento ilícito.
La única posibilidad para el cambio es creando conciencia.Post original del 22/08/09