Cierto día su pequeño hijo entró en el local dispuesto a ayudarlo. El padre muy nervioso quiso que el hijo se fuese a jugar a otro lugar.
Viendo que el niño no quería salir, el padre le ofreció algo que lo distrajese para que el no fuese interrumpido. Vio un mapa del mundo y pensó: ¡Aquí está la solución!
Con una tijera cortó el mapa en varios pedazos y los dio al hijo junto con un rollo de cinta adhesiva y le dice: ¿Te gustan los rompecabezas? Te voy a dar el mundo para que lo hagas. ¡Aquí tenemos el mundo todo partido! ¡Intenta arreglarlo bien!
El padre-científico calculó que el niño llevaría días tentando juntar los pedazos, pero apenas algunas horas el hijo vuelve con el rompecabezas listo y le muestra el trabajo al padre. Este pensó: el se debe haber equivocado mucho, es imposible en su edad haber terminado tan rápido! El nunca vio el mapa del mundo!
El científico levantó los ojos de su trabajo con la seguridad de que encontraría alguna parte faltando en el mapa, pero para su sorpresa todos los pedazos estaban bien colocados. Pensó: cómo lo logró?
Entonces le pregunta: Mi hijo, vos no sabías como era el mundo, nunca habías visto el mapa, ¿cómo lograste juntarlo?
El niño le responde: Papá yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando sacaste el papel de la revista, yo vi que del otro lado había la figura de un hombre. Yo no conseguí arreglar el mundo, pero me recordé del hombre, di vueltas los recortes y comencé a arreglar el hombre como yo ya sé como es. ¡Cuando logré arreglar el hombre, di vuelta la hoja, y vi que había arreglado el mundo!
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La única posibilidad para el cambio es creando conciencia.