Parte 1. Sobre la escasez.
Nuestra estructura basal de pensamiento es la supervivencia. Somos seres humanos con comportamientos limitados por nuestra realidad y nuestra estructura moldeable de percepción de la misma.
No hay naturaleza humana, en todo caso hay comportamientos humanos ajustados a una realidad transitoria. Pensamos siempre en sobrevivir y obtener ventajas sobre aquello que escasea. Todo escasea salvo el agua. No importa si hay que
desalinizarla o condensarla. El hombre siempre se las ingenia para poder valerse de los recursos esenciales. Donde escasea, hoy, es por desidia social y/o política. Y eso es imperdonable. La tecnología ya puede ayudarnos a solucionar este problema, de manera eficiente y hasta económica.
La escasez es nuestra estructura mental basada en miles de años de intercambio de bienes escasos. La economía nace de esta realidad y moldea todas las instituciones informales y formales creadas para controlar el flujo de transacciones.
Primero fue el trueque, cuando no había otra medida que el propio esfuerzo o la proporción de horas de trabajo para cuantificar el intercambio. Las sociedades primitivas encontraban en el trueque un sistema imperfecto que exigía la necesidad de lo escaso para hacer valer un justo intercambio.
Fue necesario reemplazar el trueque por alguna mercancía de suma importancia que hiciera a la vez de bien neutro. El surgimiento del salario como paga con sal es un ejemplo de estos recursos transformados en bienes neutros de intercambio. La sal no sólo servía para condimentar y conservar alimentos sino que también se usaba como antiséptico.
La tecnología aportaba inventos e innovaciones a la humanidad y a su vez, hacía más complejos los bienes de intercambio. Herramientas, procesos, ciencia, matemática, ingeniería. La adaptación a los nuevos desafíos para hacer más fácil la adquisición de bienes escasos hacían cada vez más complejos las vías de intercambio y la necesidad de unificarlos bajo una misma medida o moneda.
La moneda vino a solucionar las deficiencias del trueque y las disparidades entre necesidades y deseos de los individuos parte de todo intercambio. Aportaba una unidad de medida para regular todas las transacciones. Pero también significó que la acumulación de moneda implicaría una reserva de valor, un depósito de una nueva mercancía.
Inevitablemente el comercio de bienes comenzó a incluir a la moneda como un bien más. Los intereses y los créditos otorgados en moneda para expansión de la economía comenzaban a diversificar las posibilidades de negocios y crecimiento del protocapitalismo. La aparición de letras de cambio en reemplazo de las voluminosas reservas en moneda oro o plata implicaron una obvia adecuación logística para el transporte en largas distancias, evitando también los pillajes comunes.
Es aquí cuando las operaciones bancarias comienzan a formar la estructura del capitalismo bancario, diversificando las actividades y operaciones. En simultáneo, las bolsas surgen para fijar precios a futuro de intercambios a escala y en volúmenes más que importantes.
Hasta hace no más de un siglo, las monedas del mundo eran sostenidas por el patrón oro y
los países del mundo emitían moneda con respaldo físico, no más. Cuando se abandonó el patrón oro, durante la Primera Guerra Mundial, para liberar la emisión de billetes, devaluando monedas para ajustar los severos problemas de crisis como la de 1929,
supuso un crecimiento gigantemente desproporcionado de la oferta monetaria mundial, en extremo superior al crecimiento total de los bienes y servicios que la sociedad es capaz de generar (causa de la inflación permanente en la que vivimos las sociedades occidentales).
Para ser claros y precisos, emitiendo y poniendo en circulación nuevos billetes, se desencadena un proceso inflacionario y si le adicionamos la manipulación de los tipos de interés gubernamental y de bancos centrales, se producen periodos de crecimiento económico, que terminan acarreando malas asignaciones de los recursos y cuando se corta la emisión del nuevo dinero con el simultáneo incremento de la tasa de interés, se produce inevitablemente un crash económico:
explosión de burbujas creadas artificialmente con dinero que no ha sido generado por ahorro genuino.
Dichas inversiones erróneas no tendrán solución y se tendrá que reasignar nuevos recursos para adaptarse a las necesidades mas urgentes de los consumidores. Con más cantidades de dinero nuevo, creado de la nada, que
NADIE ha ahorrado, para evitar las quiebras de empresas, y la falta de recursos de los estados en cesación de pagos, no consiguen, en el mejor de los mundos, prolongar el periodo de depresión y en el peor escenario, colapsar el sistema monetario.
Continuará en breve...