Las catástrofes naturales son cada vez más frecuentes y letales. Se están batiendo todos los récords de inundaciones, nevadas y huracanes. No se trata de fenómenos nuevos, pero sí de una intensidad inusitada. Argentina sufrirá sequías hasta el invierno y luego probables grandes tormentas e inundaciones.
RESCATADA. UNA MUJER EMBARAZADA ES EVACUADA EN LA COSTA DE QUILMES POR PERSONAL DE LA MUNICIPALIDAD.
La tromba de viento y agua golpea duramente al auto. El granizo agujerea la chapa. La visibilidad es nula. Sólo se puede avanzar tomando como referencia las balizas del auto anterior. El ruido es insoportable. El agua comienza a cubrir el asfalto. Un rayo cae sobre una estructura de lo que fue una vieja subestación de trenes. La explosión se observa no muy lejana y letal. El cielo está completamente negro. El viento ya parece superar los 70 u 80 kilómetros por hora. La cabina del auto es un infierno para los cuatro integrantes de la familia que viajan en el interior. A los conductores les cuesta mantener el rumbo de los vehículos. Es alrededor del kilómetro 200 de la Ruta 2 el domingo 16 de enero con decenas de miles de autos yendo y viniendo de las vacaciones. Una estación de servicio repleta se convierte en un pequeño respiro. Un empleado veterano que trata de cubrirse debajo de un alero se toma un instante para reflexionar: “¡Estas tormentas nos van a matar a todos ! Es la tercera o cuarta de este año y cada vez son peores”.
Y no es que las tormentas de estas características no hayan azotado desde siempre la Pampa argentina sino que cada vez son más frecuentes y más intensas . Un fenómeno que se extiende por todo el planeta, que marcó el 2010 como el de mayores catástrofes naturales en un siglo y que predicen para el 2011 un año en el que vamos a vivir peligrosamente. Terremotos, olas de calor, inundaciones, deslizamientos, sequías, tifones y tsunamis mataron en el mundo a más de medio millón de personas en los últimos 14 meses. Es decir que en este período murió más gente por los desastres naturales que por ataques terroristas en los pasados 40 años.
Sólo en las últimas semanas se produjo “la peor tragedia de la historia de Brasil” cuando unas inéditas lluvias sacudieron los estados de Río y Sao Paulo dejando al menos mil muertos.
Llovió ocho días seguidos con una intensidad inédita . Pero nada nuevo en un territorio acostumbrado a recibir los coletazos de las tormentas del sistema del Amazonas. La diferencia, ahora, es que las débiles laderas de los morros están abarrotadas de gente que vive en viviendas de las más precarias. El resultado es que los deslaves sepultaron a centenares. En forma paralela se inundó una superficie equivalente a las del tamaño de Francia y Alemania juntas en el estado de Queensland, Australia. Las riadas arrasaron con todo a su paso por pequeños pueblos y ciudades hasta llegar a Brisbane, la tercera en población australiana. Hubo al menos 70 muertos y más de 7.000 millones de dólares en pérdidas. La diferencia en la cantidad de víctimas entre Brasil y Australia no tuvo nada que ver con las precipitaciones que fueron equivalentes sino en el hecho de que la población brasileña se encuentra en estado más vulnerable . En Pakistán, con condiciones similares, las aguas cubrieron una superficie de 160.000 kilómetros cuadrados, desplazó a dos millones de personas y dejó 17.000 muertos, el equivalente a toda la gente que falleció en accidentes aéreos en todo el mundo en los últimos 15 años. Y esta semana, ocurrió algo verdaderamente insólito. Se inundó Jedah, la segunda ciudad de Arabia Saudita, levantada en el medio del desierto.
“Es eso, el calentamiento global produce una mayor capacidad de agua en la atmósfera y esto provoca que las lluvias se hayan incrementado en todo el planeta”, explica el investigador del CONICET argentino, Vicente Barros, que forma parte también de uno de los grupos de trabajo del IPCC, el panel intergubernamental de las Naciones Unidas para el cambio climático. “Estamos viendo como estos fenómenos van aumentando su intensidad y creemos que esa característica se va acentuar en los próximos meses”.
Y no son sólo inundaciones. Enormes olas de calor y de frío sacuden constantemente al planeta. Estados Unidos y Europa quedaron paralizados por la nieve que cayó en cantidades récord inmovilizando el tráfico aéreo y terrestre. Sólo la tormenta Xynthia de febrero del año pasado sacudió al oeste europeo dejando 65 muertos y 6.100 millones de dólares en pérdidas. Los tornados del mediooeste americano provocaron daños por otros 4.700 millones de dólares. El 27 de septiembre en Los Angeles se registraron 46 grados de calor y en Pakistán dos meses antes el termómetro marcó 52 grados centígrados, la temperatura más alta jamás alcanzada en una zona poblada. En Rusia, la ola de calor y los incendios forestales del verano boreal mataron a 56.000 personas. Y este enero fue el mes con mayor cantidad de nieve caída en los últimos 130 años en Nueva York y Filadelfia.
“La Tierra está respondiendo a las malas decisiones de los humanos”, asegura Debarati Guha Sapir, del Centro de Investigaciones de Desastres de la Organización Mundial de la Salud. “Hemos creado una condiciones tan dañinas para el medio ambiente que ante el menor fenómeno la naturaleza nos contesta con un impacto inusitado”.
En Argentina el fenómeno es cada vez más evidente. Las tormentas que antes se desataban en una región en temporadas muy claras y marcadas ahora tienen una mayor frecuencia e intensidad. “Hace 50 años teníamos tormentas de granizo con piedras del tamaño de un huevo de gallina cada cinco años y en zonas aisladas. Ahora, casi todas las tormentas vienen acompañadas de granizo”, comenta Carlos Eschoyez, director del servicio Infoclima que asesora a productores agropecuarios de todo el país y ex meteorólogo de los aeropuertos de Ezeiza y Aeroparque, con 50 años de experiencia. “Uno de los fenómenos más marcados en nuestro país es que las trayectorias de las masas de aire se fueron desplazando hacia el norte. Fíjese que ya casi no sopla el viento Pampero. Son escasas las corrientes que se desplazan desde la zona patagónica. Y esto hace que no se registren esos vientos que la gente decía que “limpiaban”. Si a esto le sumamos la enorme cantidad de humedad que permanece en la atmósfera nos encontramos ante esas tormentas que parecen apocalípticas. Son las mismas de siempre, pero extremas”, agrega.
Buena parte del clima del planeta está regido por los caprichos de las corrientes de agua del Pacífico denominadas El Niño y La Niña, cuyos efectos son los que marcan las oscilaciones en la Argentina. En este momento estamos regidos por La Niña, con la diferencia de presiones más marcadas, los vientos alisios soplan con más fuerza y las corrientes frías del Pacífico se intensifican. “La transición entre estas dos corrientes se realizó en forma muy rápida en mayo pasado. Cada vez que ocurrió esto en los últimos 50 años, se acentúan los fenómenos de sequía o inundación, pero esta vez fue de una intensidad extrema. Acabó con la sequía australiana de 10 años en apenas unas semanas e inundó buena parte del país. Creo que vamos a ver una Niña muy caprichosa en los próximos meses y años”, opinó Kevin Trenberth, uno de los científicos más importantes del Centro Nacional de Investigaciones Atmosféricas (NCAR) del estado de Colorado.
“La tendencia que vemos es de precipitaciones de valores inferiores a los normales en toda la zona central del país”, explica Roberto Deruiver del Instituto de Clima y Agua del INTA. “Y esto marca un comportamiento típico de La Niña que trae sequías pero hay muchos otros factores que pueden modificar este efecto y podríamos ver panoramas como los de los últimos años, donde en una misma región de pocos kilómetros -ocurrió en El Chaco— se registran inundaciones y sequías”. Desde Córdoba, el profesor Eschoyez coincide con este pronóstico y dice que “la sequía se puede extender bien entrado el otoño y aún más. Pero, luego, pueden venir precipitaciones que inunden grandes regiones.”.
Jorge Cappato, de la Fundación Proteger de Santa Fe, aún tiene viva en la memoria la inundación del 94. “La diferencia ahora es que al agravarse la magnitud de cualquier fenómeno por el cambio climático y sumado esto a la deforestación con la expansión de la frontera agrícola, cualquier cataclismo puede ser altamente letal”, dice.
En la ruta 2 la tormenta comienza a amainar pero todo alrededor permanece inundado. La radio habla de otra tormenta de rayos que mató a 5 personas en Florencio Varela y Luján. Dicen que en Tucumán se rompió el récord de caída de agua en menor cantidad de tiempo de los últimos 30 años. Otro locutor cita a un científico de la NASA, Steven Goodman, que asegura que Argentina tiene uno de los sistemas de tormentas más intensos del mundo. El granizo vuelve a acallar todo al cruzar el puente Avellaneda.
Por Gustavo Sierra para Clarin.com